Es mediodía en el caluroso verano austral de Buenos Aires. Al otro lado del Atlántico, Pablo César Aimar (Río Cuarto, 1979), sonríe cuando se le recuerda que un día como hoy, 14 de febrero, en 2001, se enfundó por primera vez la camiseta del Valencia. «El recuerdo que tengo de esa noche es muy lindo. Fue el inicio de una linda etapa de mi vida», asegura a Levante-EMV, antes de entrar en detalles. Con 21 años, un traspaso de 24 millones de dólares y una camiseta al menos dos tallas más grande, Pablito Aimar impresionó a Mestalla en su debut, en una noche de lluvia y felicidad, inevitablemente melancólica, de la que hoy se cumplen 16 años. La del mediapunta argentino fue una de las apariciones más rotundas y emotivas que se recuerdan en el viejo estadio.

El recuerdo es vibrante pese a que Valencia no lograra ganar al Manchester United. La visita del equipo de Old Trafford se había convertido en una tradición lúdica de Mestalla. Un año antes, también con empate, se escucharon cánticos de «que se besen», procedentes de una grada socarrona que captó el armisticio firmado por los dos equipos en los últimos minutos de partido, ya que el 0-0 les valía para pasar a la siguiente fase de la Liga de Campeones de 2000. En esta ocasión todo estaba en juego, en el tercer partido del grupo.

Aimar conserva en la memoria cada instante de su primera velada en el fútbol europeo. Incluso la anécdota de la única vez que jugó con el número 22: «El estadio estaba lleno. Había mucha gente, mucha expectativa, contra un gran equipo como el United. Recuerdo que tenía que jugar con la camiseta 35, pero me dieron la del número 22 por un error en la utillería o en la planilla, no lo sé. Al final me dejaron jugar con la 22, pero el resto de la Champions la jugué con el 35», prosigue el exjugador, que, a partir de la temporada siguiente, quedaría inmortalizado para toda una generación de Mestalla con el dorsal 21.

La cita era de altura. El conjunto de Héctor Cúper se medía al Manchester United en la segunda fase de grupos. Aimar saltó de titular sobre un césped reblandecido por la lluvia. Su fútbol, liberado de los vicios tácticos del viejo continente, estaba tocado de alegría y de una fresquísima irreverencia que no respetaba a pesos pesados con leyendas pendencieras como Roy Keane, apodado 'Psycho', el capitán irlandés de los Diablos Rojos, a quien Aimar saludó con un cañito la primera vez que se cruzaron en el partido. Acto seguido fue Jaap Stam, central duro como una piedra, el que le salió al paso, recibiendo idéntica vacuna. Los hermanos Neville eran testigos de ese pequeño tornado albiceleste. Gary desde el césped, Phil en el banquillo, junto a un Sir Alex Ferguson que ya les había advertido del regate de Aimar: «El mister habló sobre Aimar y su cualidades», asegura a este periódico Phil, que reconoce que, antes del encuentro, el vestuario del United solo tenía como referencia de Aimar que era «la gran noticia» de la previa: «Sabíamos que el Valencia había firmado un nuevo jugador, que venía de Argentina y que se decía que era muy bueno».

El encuentro sirvió para despejar todo clase de dudas: «No sabíamos mucho de Aimar antes del partido, pero después de verle durante el encuentro descubrimos que era un jugador con un nivel 'top'. Aimar jugó muy bien: era muy rápido y brillante en el giro con la pelota. Fue muy difícil de defender», concreta el menor de los Neville. Phil no olvida el ambiente que se generó aquella noche en Mestalla: «Ferguson nos puso algunos vídeos en el reproductor para prepararnos. El Valencia estaba lleno de jugadores de calidad, el partido era muy difícil. Nuestro entrenador también habló sobre el ambiente en Mestalla, que sería idéntico al de un estadio inglés».

Carboni: "Tiró muchos caños"

Tampoco olvidan su debut sus compañeros de equipo. A Amedeo Carboni la primera imagen que le viene a la cabeza es la de «los caños» de Aimar a sus rivales: «El Manchester United era un equipo de impresión, pero Aimar salió al campo dispuesto a agradar y sin importarle a quién tenía enfrente. Recuerdo que se pasó el partido tirando caños», indica Carboni.

El fichaje de Pablo Aimar fue una apuesta personal de Javier Subirats, que se topó con el recelo inicial del consejero delegado, Manuel Llorente, que veía la inversión como excesiva: «Vino a mitad temporada y fue una cantidad fuerte de dinero. Pero era un futbolista que no teníamos. Era diferente, especial, con una salida de balón rapidísima». «Con una primera noche ya hubo bastante para ver ante qué clase de jugador estábamos. Recuerdo uno de los primeros balones que recibió, rodeado de tres contrarios, y tiró un par de quiebros para deshacerse de Keane. Dejó a la afición boquiabierta, se la puso en el bolsillo», añade el arquitecto del doblete.

"Mestalla, capital Córdoba"

«La recuerdo como una noche feliz», apunta el escritor y aficionado valencianista Rafa Lahuerta. «La de Aimar fue una aparición fantástica y generó una expectativa grande. Pusimos una pancarta „ «Mestalla, capital Córdoba ¿Sabés Pablito? Jugás a casa»„. Quisimos entroncar con Kempes y el Piojo, que también procedían de Córdoba, del interior de Argentina, y habían triunfado en el Valencia. Era un hilo evidente, muy limpio», señala el autor de «La Balada del Bar Torino».

Además de la pancarta, esa misma noche, mientras Valencia y United no deshacían el empate a cero, se entonó por primera vez desde el viejo Gol Gran el cántico «Vamos Pablito Aimar, que la gloria volverá, como Kempes y el Piojo, otro pibe inmortal», fruto de varios días de poéticas cavilaciones de los miembros de la peña. En aquel partido solo lo cantaron medio centenar de seguidores. Un año más tarde ya la coreaba Mestalla entero.

La primera noche de Aimar, a la fuerza, envejece con un poso nostálgico, algo lánguido, ante la realidad actual del club: «Por entonces el Valencia era un club muy atractivo, optimista, que generaba un magnetismo positivo. Veníamos de ganar la Copa del Rey, de jugar la primera final de la Liga de Campeones. Era una competición que entre el equipo y la afición se tomaba con ambiente pasional, muy eléctrico. Se llegaron a las dos finales con relativa facilidad, cuando era una gesta espectacular. Y Aimar estaba allí».

Una melancolía compartida, desde la distancia de los kilómetros y los años, por el propio Pablo: «El recuerdo es ése, de comenzar una etapa muy bonita, con logros y momentos de mi vida muy importantes. Dos de mis hijos nacieron en Valencia. El partido ante el United es el recuerdo de una etapa muy linda de mi vida, que empezó esa noche».