Poco importa haber llegado al final de temporada fundidos. «It was a very good year», ha sido un gran año, como cantaba Frank Sinatra. Minutos después de haber perdido contra el Villarreal, los jugadores, incluido Francis Coquelin, con muletas, festejaban el regreso a la Liga de Campeones con el millar de aficionados presentes en el campo de la Cerámica. El club vuelve a su hábitat natural competitivo y restituye su prestigio después de rozar el colapso en las dos últimas campañas. No obstante, hay que prestar atención a la derrota de anoche, a las señales de un último mes de Liga sin victorias. El gol postrero de Mario Gaspar tiene una lectura importante de cara al inmediato futuro. Hay que reforzar el proyecto para que sea ambicioso con la máxima competición continental como escaparate. La base es buena, pero necesita ser potenciada con un fondo de banquillo de más calidad que aumente la competencia y evite que el equipo de Marcelino, artífice del entrecomillado milagro, presente los signos de agotamiento físico y mental con los que está finalizando el curso. Aparte, por supuesto, del fichaje imperativo de un lateral derecho decente.

Las noticias procedentes de San Mamés no ejercieron ningún efecto anestesiante sobre el Valencia. No era la noche ni el escenario para la relajación. La Cerámica lucía un ambiente precioso, con tifo de banderas y cuentas pendientes. El regreso de Marcelino al estadio añadía otro punto de picante a una rivalidad con cuajo, ya madura, la más elevada del fútbol valenciano.

El Villarreal olió la sangre por el costado derecho valencianista, una herida conocida. En la primera jugada del partido, Cheryshev superaba a Vezo en el duelo más asimétrico del encuentro.

El Valencia se recompuso y hasta Parejo se incorporaba como defensor para despejar los envíos amarillos desde los lados. El capitán, además, con un disparo intencionado desde la frontal lideró la posterior reacción, acompañado de los futbolistas que han recuperado la convicción. Uno era Carlos Soler. Por contra, la efervescencia de Guedes era reducida a patadas. Santi Mina era otro de los que pusieron atrevimiento. Cayó a la banda derecha, amagaba con recortes del extremo que no es y mandó un centro perfecto al segundo palo rematado de primeras por Rodrigo, que encontró la elástica respuesta de Asenjo. El meta local intervino de nuevo con acierto en el minuto 28 para desbaratar un uno contra uno con Mina. La jugada encendió a la afición del «Submarí», que había pedido fuera de juego.

Ese lance hizo despertar al Villarreal, justo cuando el Valencia enseñoreaba su dominio. De nuevo insistió por la banda de Vezo, ese carril era un callejón oscuro que daba pánico. El extremo ruso centró a Bacca que, a un metro de la portería, remató alto. Neto apareció con su manopla imantada para rechazar otro chut del colombiano. Y Kondogbia le birlaba a Castillejo otro remate a bocajarro.

En la segunda mitad Neto volvía a responder a un disparo de Castillejo. El Valencia iba reculando, con signos de cansancio que Marcelino intentó corregir con las entradas de Ferran Torres y del abroncado Vietto, primera opción sobre un Zaza que tardó en salir a calentar. Cada dos estiramientos, el delantero italiano miraba al banquillo, esperando escuchar «es tu turno» por parte de Rubén Uría, pero no encontraba de vuelta ningún gesto de complicidad. Cuando vio que el último cambio sería Pereira, se sentó resignado, encajando un mensaje de cara a su futuro en el mercado. El Villarreal acabó ganando de forma merecida al peinar Mario un centro lateral en el 85. El partido estaba perdido, pero esperaba la fiesta. Hasta Anil Murthy acabó en la ducha.