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La profecía de Castro

La profecía de Castro

El antídoto contra una profecía debe ser otra profecía. Con lo cual el efecto letal de la de Koeman se vería anulado por la que, tan rumbero, tan desahogado, profirió el presidente Castro, heredero de una saga de mandatarios a los que la vanagloria y el bocachanclismo se les cae por la comisura de los labios.

El presi del Sevilla ha dicho, hagamos la traducción, que ya ves tú cómo se le ocurre al de las trenzas irse a un club que juega en la Champions como trance anecdótico, en lugar de buscar la apoteosis, por orden divina, de la Europa League. Pronostica Castro el hundimiento temprano del Valencia, y un nuevo triunfo, ya rutina, del Sevilla en la Serie B europea.

Batshuayi, con el dedo fijo en el emoji de murciélago, ha espoleado la rabia de Castro, ha hurgado en la herida de un relevo inesperado: ha vivido tranquilo el Sevilla en los últimos años viendo como un rival especialmente directo no comparecía. Pero volvió. Cuando el nerviosismo supura, las machadas públicas, las pilladas a ras de cámara, verbalizan la inseguridad.

Mal haríamos extrapolando el mensaje de Castro a la globalidad de la afición del Sevilla, repleta de críticos. O creyendo que no serán un oponente curtido. Pero peor todavía sería aprovechar este chute de adrenalina en el mercado de los fichajes para cegarnos y practicar una soberbia similar a la del mandatario. Tomemos la otra senda.

Si alguna pequeña conclusión se puede extraer de la profecía de Pepe Castro (además del acicate para una plantilla a la que el prójimo infravalora), ésa pasa por vislumbrar la diferencia entre dirigentes botarates frente a los serios. El camino del VCF, su estilo incipiente, es consolidar una rectitud que el club necesita para retomar su evolución tras años de desvarío y atraso.

El flechazo con Mateu Alemany debería servir para captar una de sus principales enseñanzas: con seriedad, discreción, resolución, las cosas salen mejor. Una nueva manera de gestionar que fulmina, a golpetazo limpio, con la palabrería rancia de los Castro.

Ojalá un equipo tal que así: combativo y silencioso, capaz de cargarse, con apenas un par de pases y un desmarque, toneladas de verborrea. Venimos de una larga historia desacreditando presagios.

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