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Nos quedan dos meses de aguantarnos

Con los valencianos no pasaba

Con los valencianos no pasaba

A veces conviene recordar lo evidente para no extraviarse y acabar en la cuneta de la memoria. Para evitar el simplismo de reducir un problema lleno de capas a un único factor: tenemos un magnate sin sentimientos, en remoto; esto no pasaría con los valencianos. Siguiendo el silogismo, el Valencia necesita ser propiedad de los valencianos para que no sucedan destarifos como el que estalló el miércoles.

No, esto no solo es que sucedería con los valencianos, sino que ya sucedió. Bien cercanos, bien hinchados de sentimiento. Aunque no parece probable que tenga que ver con el origen, sino con la incapacidad gestora. Despropósitos como el de esta semana suceden porque previamente fraudulentos vendedores de promesas ahuecaron el ala no sin antes dejar descuartizado el club, gruyer perdido. Esa debilidad extrema en la que quedó el club, hecho tabaco, lo expuso a toda clase de peligros: desde una cuadrilla uruguaya de desahuciadores hasta fondos buitres dispuestos a despedazar la institución. El hecho dramático es pensar que quizá vivamos en la opción nociva más recomendable entre muchas otras alternativas.

Precisamente por ese contexto hiere, todavía más, la dinamita contra Marcelino. El entrenador -quien debía replantearse la leve diferencia entre el poder y el poder absoluto- logró coaligar las piezas para un Valencia competitivo y respetable. ¿Que no debió fichar bultos extraños?, ¿que no debió confundir su condición de entrenador con liderazgo con la de salvador milagrero?, ¿que no debió ocupar todo el vacío que dejaron sin ocupar sus superiores?, ¿que si su fútbol era rígido y mimimi? Es sorprendente lo alto que pueden poner el listón los mismos que transigieron con las bajezas previas a la llegada de Marcelino.

Lim es como un teléfono deslocalizado bajo el precepto de que cuanto más invisible, más influyente. Lo rastreas pero no lo encuentras. Desde su llegada, entonces sí entre fanfarrias, somos un pizarrón con atestados, hilos de colores conectando pruebas, planos con figuras concéntricas, y una dirección común que lleva a la misma pregunta: ¿qué quiere Lim? Quizá la respuesta esté en deshacer el interrogante: ¿o es que todo acción es el resultado de un propósito?, ¿no sucede más bien que la mayoría de acciones son la derivada de improvisados y arreglos de última hora?

Especulo con que Marcelino era un simple atajo, un camino para que Lim recuperara la autoridad. El fracaso de Marcelino ha sido el mismo que su éxito y ha conducido al mismo punto: permitir que la propiedad luzca su posesión en Champions, poder a partir de ahí ejecutar sus deseos. En un marco mental de filas pietras, sumisión y prioridades que van más allá de la soberanía propia del Valencia, Marcelino no era el modelo, sino una anécdota para conducir a Lim al kilómetro cero.

Después de todo, volvemos a empezar desde el principio. La moneda al aire.

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