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Raso y junto al palo

Lim no es el único culpable

Lim no es el único culpable

Qué error! ¡Qué inmenso error! La frase casi fue histórica porque la pronunció Ricardo de la Cierva sobre el nombramiento de Adolfo Suárez como presidente el Gobierno. La dijo, eso sí, antes de que éste lo nombrara ministro. La frase, independientemente de lo que significó en su día vale para ciertos acontecimientos y viene a cuento por las protestas del público de Mestalla contra Peter Lim. Es error porque pese a que el derecho a pronunciarse no se le debe prohibir a nadie quienes se manifiestan en contra del dueño del club, cometen acto inútil porque con el «vete ya» no se avanza. El problema fundamental no está sólo en el señor de Singapur, sino en los valencianos que permitieron que la venta ocurriera. Y en quienes pudiendo recomprar la sociedad ni siquiera se manifiestan en las tertulias de café. Conviene no obstante hacer memoria histórica con lo que ha sido el devenir de la entidad en más de medio siglo. Los males del Valencia son producto de la política del valencianismo. Lim ha sido la consecuencia final.

Para no remontarnos al tiempo de los fenicios si es prudente partir del momento en que el club se convierte en sociedad anónima. Esta circunstancia se produjo sin que la entidad pudiera acogerse a la misma ventaja que Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna. El Valencia, creo que injustamente, fue despreciado porque Osasuna nunca tuvo mejores razones económicas pero ello es cuestión que se toleró sin poner pies en pared.

El Valencia llegó a tener una deuda de mil millones de pesetas que en aquellos años era más que una fortuna. Arturo Tuzón fue presidente que logró el ascenso a Primera, categoría que se había perdido de manera casi infame y además logró reducir la deuda a cero. Con él, por ley, nació la compra de las acciones y a ello acudimos miles de valencianos porque entonces el club era la imagen del fútbol valenciano. El Levante no tenía mejor posición y el Villarreal aun no había tenido la fortuna de pasar a manos de Fernando Roig.

Contra Tuzón llegaron los problemas de los fantasiosos. Uno de ellos Paco Roig, que acabó siendo presidente, quería potenciar el equipo por encima de las posibilidades económicas. Por ejemplo, quería fichar a Romario por mil millones de pesetas, cantidad que para el Barça quedó en seiscientos. El brasileño, después de su paso por el Camp Nou, recaló en Mestalla, pero ya no era tan alto su valor.

La grada cayó en la trampa de la pretendida grandeza y comenzó a gritar «!Arturo saca los duros». Paco Roig no tuvo gran fortuna deportivamente aunque se llegó a la final del diluvio en Madrid contra el Deportivo y la economía empeoró.

Con Pedro Cortés no hubo agravamiento y deportivamente el club no perdió prestancia. Cortés fue partidario de grandes fichajes como lo fue también Ramos Costa. Las buenas temporadas deportivas no corrieran paralelas a la buena administración y aquel idílico momento en que con Tuzón la economía permitió no volver a caer en el desastre fue tiempo pasajero. En el club siempre hubo gentes que alargaron más el brazo que la manga.

La presidencia de Jaume Ortí que fue un extraño pacto. Se le aupó a la presidencia aunque no poseía un paquete de acciones importante y procedía de la directiva de Roig. Con Ortí se vivieron temporadas gloriosas como la conquista de la Liga -dos- y él se convirtió en un personaje popular con su cabellera naranja y su abanico fetiche. Cambió el panorama porque previamente se había dado la pugna por la compra de acciones entre Roig y Juan Soler. Muchos valencianistas, seguramente algunos o bastantes de los que ahora gritan, las vendieron. Fue un chollo para quienes por diez mil pesetas llegaron a cobrar cien mil.

Ortí perdió la presidencia en Mónaco, en jornada de premios de la UEFA en la que brilló como presidente de club laureado. A Soler que ya era dueño de la entidad por su mayoría accionarial, alguien próximo le dijo que no era d recibo que la gloria fuera para Ortí y no para él. Efectivamente la conseja familiar hizo su efecto y Soler se convirtió en dueño y presidente. Y lo dejó como un solar. Luego arribó Vicente Soriano un señor que se pasó el tiempo anunciando las llegadas de caballos blancos que nunca arribaron. Uno de de ellos era una tarjeta de visita sin más. Ya estábamos en situación financiera dramática. Ni siquiera se podían pagar los sueldos del personal desde jugadores a empleados. Entonces llegó, con la mediación de Bancaja, un préstamo de 50 millones de la entidad Fomento Urbano de Castellón, que presidía Eugenio Calabuig.

El club fue de mal en peor y el presidente Manuel Llorente, que previamente había sido el consejero delegado, gerente y administrador deportivo y económico de la entidad, trató de salvar al club de la quiebra y puso en manos de los socios la posibilidad de ir a la ampliación de capital con la que se podía revertir la situación. Los valencianistas que acudieron invirtieron 18 millones de euros, pero no los noventa que se precisaban. y de ahí el crédito a la Fundación. Y de pronto llegó el desahogado Amadeo Salvo, que puso en manos de Peter Lim una entidad que se acercaba al centenario.

Fallaron los miembros de la Fundación y entre ellos, el presidente Aurelio Martínez. (Está a flote en el Puerto). Se despreció alguna propuesta mucho más creíble que la de Lim, la de Juanlin Wanda, que luego salvó al Atlético de Madrid. Gracias a Bankia, que ya había salvado al club de la quiebra, hubo ayuda y crédito para el señor de Singapur. Éste se comprometió a una serie de acciones algunas de las cuales no ha cumplido como la de estrenar nuevo estadio con el Centenario. Con él las obras acabarán siendo campos de soledad, mustio collado.

Al margen de la pésima administración del señor Lim y de su acólito Anil Murthy, la economía de la sociedad no ha mejorado y ante las protestas de parte de la grada nos topamos de nuevo con el problema de siempre. El Valencia está en manos de Lim porque la sociedad valenciana y valencianista le dio la espalda. En los peores momentos surgió un benefactor que salvó momentáneamente el desastre. Pero en Valencia no ha habido los valencianistas de pro con capacidad económica que hayan dado un paso al frente. Solo conozco a uno, José Luis Soler (el Soler bueno) que, afortunadamente para la ciudad, al no contar con más apoyos ha hecho de Bombas Gens un espacio cultural extraordinario.

Es error, inmenso error, seguir gritando en Mestalla. Lo es porque no hay respaldo, no existe el grupo de valencianistas dispuestos a recuperar la entidad y dotarla de nuevo de sentimiento real. Mestalla es ahora un chiringuito de un señor Singapur que negocia con su socio Jorge Mendes. Y aparece en los medios el monaguillo Anil Murthy que lo más brillante que ha hecho es querer cerrar la boca a quienes pagan sus abonos y claman por sus estropicios.

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