Transcurrido ya un año del desmantelamiento de La Fe, centenares de ancianos, enfermos, y afectados por la nefasta gestión del traslado del buque insignia de la sanidad pública valenciana siguen evidenciando con sus manifestaciones el problema que sufren desde aquel 20 de febrero en que comenzó la gran operación logística. Las autoridades se echan flores a sí mismas por aquel "éxito", "histórico", "lo más, y lo mejor del mundo; el mejor traslado de la Historia". Lástima que la ciudadanía descubriera demasiado tarde que con el traslado a Malilla caería su calidad de vida y su seguridad económica en forma de pérdida de empleo. Ya detectamos la muerte en la ambulancia intentando llegar a Malilla de un ciudadano que antes tenía su Hospital a cinco minutos, incluso recién nacidos en cuyo DNI debería figurar "Ambulancia del SAMU" como su lugar de nacimiento. El Alcalde de Sevilla presume de hacer caso a menos de 2.000 firmas y cambiar el nombre de una calle; no sé si hubiera sido mejor enviarle a él las casi 30.000 que llevamos recogidas para conseguir un Hospital digno en Campanar; es lo más barato y fácil: limpiar la mugre y volver a poner en marcha lo que sigue siendo estructuralmente un Hospital, traer de nuevo el material que han desparramado por no se sabe dónde y poner en marcha 500, 800 o las camas suficientes para una población peor atendida y sin alternativa tras un año de aquel desmantelamiento.

Hoy, en Campanar siguen funcionando tres plantas con unos 60 pacientes a los que se degenera el servicio día a día; el día 1 se llevaron las cocinas y dieron el servicio a una empresa privada que desde entonces les alimenta de forma cuartelera, con un rancho diario que es el mismo para todos sin distinción de condiciones ni dolencias. Por lo menos conseguimos un servicio permanente de Urgencias 24 h. que algo nos recuerda lo que tuvimos, aunque no le llega ni a la altura de los zapatos; la Consellería no ha cumplido con sus mediáticas promesas. Los comerciantes siguen asustados y sin ayuda alguna por parte de quien tampoco pensó en ellos al llevarse el motor económico del barrio; cerca de 200 personas están ya en el paro, y más que entrarán tras los previsibles cierres que se avecinan. Nadie entiende que no hubiera preparada una alternativa inmediata para evitar este desastre económico y social que degrada Campanar. Sabemos que dejamos de ser noticia hace meses, pero no vamos a dejar de salir a la calle por eso; salimos no por moda ni snobismo sino porque esta situación mata la prosperidad del barrio y la calidad de vida de miles de nosotros. Dicen que no nos escuchan, pero lo sucedido en la 9ª manifestación denota que somos como la chicharra tenaz que molesta la siesta y la fiesta del haragán; sí que nos oyen, aunque no quisieran; por eso saldremos a la décima manifestación; es nuestro derecho y nuestra obligación.