Un 22,2% y 86.440 votos son las cifras del récord electoral negativo de los socialistas en la ciudad de Valencia. Los peores resultados de la historia en el "cap i casal", que ya es decir, se tradujeron en ocho concejales. Los números suelen ser el problema para los que forman parte de las listas en puestos más rezagados. Para el resto, solo son el síntoma. El de una formación que en general, pero especialmente en la ciudad -donde lleva 21 años en la oposición-, ha perdido mucho músculo. El principal partido de la oposición en la tercera ciudad de España cuenta con no más de 800 militantes en sentido estricto. Es el número de afiliados que participó en las asambleas para elegir a los ocho secretarios generales de agrupación, los que han de guiar el partido, junto al secretario general de la ciudad y portavoz municipal, Joan Calabuig, con quien ayer se reunieron por primera vez.

En una capital de casi 810.000 habitantes, la cifra de socialistas activistas apenas alcanza el 0,1% de la población. Con estos mimbres no se puede aspirar a dar un vuelco electoral por mucho que la crisis, el desgaste y la mera inercia acentúen la hemorragia de votos del PP que ya auguran las encuestas. Lo destacaba ayer un integrante de la ejecutiva de Ximo Puig. Desde la dirección local subrayan que la ausencia de confrontación en la práctica totalidad de las asambleas, donde los sectores críticos optaron por pactar con los candidatos oficiales fue un factor desmovilizador. De hecho, en Benimaclet-Mestalla, donde sí hubo desafío al aspirante oficial Carlos de la Cruz (que resultó ganador), acudieron 163 a votar. Muy por encima de la media. Pero no es menos cierto que el censo total apenas alcanza los 1.700 militantes. La mayor movilización en los últimos años se produjo a cuenta de las primarias que enfrentaron a Joan Calabuig con Manuel Mata en octubre de 2010. Entonces pasaron por las urnas 1.254 militantes.

El experimento de trocear las seis agrupaciones en diecisiete con el que la ejecutiva de Jorge Alarte quiso diluir el anterior esquema de reparto de poder, con los afines a José Luis Ábalos como minoría mayoritaria, y el incremento de cuotas fueron factores que ayudaron a la deserción de afiliados. La segunda fase de la operación consistía en captar nuevas adhesiones y controlar el partido. La anterior ejecutiva no logró ninguno de estos objetivos. La actual, que comanda Ximo Puig, iniciará en octubre la campaña de captación de militantes 1+1 con el lema "La cuota cuesta 7 euros, no hacer nada sale mucho más caro".