El arrasamiento del antiguo Hospital General de Valencia en los años 60 es también la historia de un «pelotazo» fallido del franquismo. La Diputación de Valencia que presidia Bernardo Lassala proyectó en 1959 que sobre las viejas piedras del hospicio renacentista que quería derribar se levantarán 25 edificios de entre 10 y 8 alturas entre los que emergía una gran torre de 20 pisos destinada a cambiar la línea del horizonte del Cap i Casal.

El «rascacielos» central previsto en la ordenación de la manzana triangular de más de 16.500 m2 entre las calles Guillem de Castro, Quevedo y Hospital liberada tras la demolición iba a ser la postal de la Gran Valencia soñada por el desarrollismo franquista. Los alrededor de 77 metros de la torre del hospital se presentaban como el segundo edificio más elevado de la ciudad después de la entonces aún inacabada Finca de Hierro. Con sus 22 plantas y 85 metros, el Edificio Garcerán (Xàtiva, 6), que se levantó entre 1954 y 1962, fue durante 43 años el «techo» de Valencia.

El proyecto arrasaba con todo menos la iglesia de Santa Lucía y la del Capitulet, salvada de la piqueta por ser el primer lugar de Valencia donde se rindió culto a la Mare de Déu dels Desemparats. Sin embargo, ambos templos iban a quedar embebidos bajo sendos edificios de 9 y siete alturas. La polémica ordenación dividía en dos la manzana del hospital mediante una calle central que conectaba las calles de Quevedo y Hospital.

Esta vía central, que tenía forma quebrada, ocupaba el espacio que iba a dejar la demolición del crucero de la Enfermería de Febres del siglo XVI que finalmente se conservó y ahora alberga la Biblioteca Pública de Valencia.

La torre de 20 alturas y un cine delimitaban la plaza intermedia de esta calle interior. En la parte norte de la manzana, recayente a las calles Hospital y Quevedo, a uno y otro lado del «rascacielos» se agrupaban tres bloques de edificios de entre 10 y 7 alturas. Estaban dispuestos en forma de «U» sobre un zócalo comercial de dos plantas. Además, sobre el Capitulet se iba a levantar un bloque más pequeño en forma de «L» con siete plantas.

La licitación de la demolición, en 1962, en la que no se pensaba respetar nada más del hospicio que las dos iglesias citadas y cuatro pórticos góticos y renacentistas provocó una ola de protestas de instituciones académicas, como la Real Academia de la Historia, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Esta última institución, presidida por el influyente arquitecto Javier Goerlich Lleó „hijo del cónsul del Imperio Austrohúngaro en Valencia y arquitecto mayor del ayuntamiento entre 1931 y 1956„, remitió en enero de 1963 una c arata al director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, reclamando la conservación de los edificios del antiguo hospital y que éstos no quedaran «bajo ninguna excusa» emplazados en medio de edificios modernos o absorbidos por las nuevas construcciones.

Intervención de Bellas Artes

La presión ciudadana y académica ya había obligado cuatro meses antes, el 24 septiembre de 1962, a que el director general de Bellas Artes visitara el viejo hospicio con la intención de poner coto a las ansias de derribo de la corporación provincial de Lassala, que planeaba pagar el crédito de la construcción del nuevo Hospital General de la Avenida del Cid con la venta de las parcelas. De hecho, una semana antes Nieto había enviado un telegrama a la diputación con la advertencia de que estaba pendiente la declaración de monumento y no podía autorizarse la demolición.

Una protección que no llegaría hasta el 18 de diciembre de 1963 con la publicación en el BOE un decreto firmado por Franco que declaraba monumento histórico-artístico no solo a las dos iglesias y los cuatro pórticos ya citados, sino también a la enfermería del siglo XVI y a la iglesia del hospital, del XVII. Sin embargo, el decreto llegó tarde para la mitad del brazo sur de la enfermería en planta de cruz, que ya se había demolido y para la iglesia, que no se respetó.

La protección de la enfermería obligó a replantear la ordenación de la manzana, un proceso que debido a los desencuentros entre la diputación y el ayuntamiento se alargó hasta diciembre de 1969. La torre central desapareció, pero se incluyeron 6 edificios de 17 alturas, que luego se quedaron en cuatro (tres de 12 y uno de 9), un auditorio y un aparcamiento subterráneo para 1.666 plazas. Fruto de este último ordenamiento se acabó edificando las manzanas del lado recayente a la calle Quevedo.

En enero de 1970 diputación y Gobierno acordaron la restauración de la enfermería, pero los enfrentamientos entre la corporación provincial y el ayuntamiento por la propiedad del suelo retardaron el proceso durante cuatro años. La diputación acabaría cediendo al Gobierno en 1972 los 5.050 m2 de los edificios protegidos por 10.000 pesetas, y el Ministerio de Educación costeaba la restauración de la enfermería para convertirla en biblioteca.

La obra, con un presupuesto de 60 millones de pesetas, acabó costando más de 93 millones. Los nuevos tiempos de la Transición dejaron en un cajón las torres de edificios y el solar, que se usaba como aparcamiento, pasó a convertirse en jardín. La biblioteca no se inauguró hasta febrero de 1979, 17 años después del inicio del derribo.