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Una reliquia de San Vicente Mártir en el Patriarca

La fe en las reliquias de santos, que era incuestionable en los siglos pasados y objeto del culto de los fieles, ha pasado a provocar sonrisas de duda en la actualidad. Lo que justificaba tiempo atrás el canónigo conservador del patrimonio de nuestra catedral, Jaime Sancho, con esta argumentación: «Por la falta de confianza sobre su autenticidad hoy día». Y es que, en épocas pasadas se abusó de tal modo de la ingenua credulidad de los cristianos que ya no escandaliza el descabellado inventario que en su trabajo «Libre pensamiento» aporta Francisco Barba cuando afirma: «Hay reliquias de lo más variopintas repartidas por el orbe católico, como un suspiro de San José depositado en una botella por un ángel y un estornudo del Espíritu Santo también en una botella, en el Sancta Sanctorum del Vaticano».

Claro que, esta falta de confianza no cabe sobre las que atesora la Iglesia del Patriarca de nuestra ciudad, adquiridas por San Juan de Ribera, gran admirador y devoto de los santos. Porque deseaba que Cristo Sacramentado se encontrase en su Real Capilla rodeado de santos, como en el cielo, pero acá en la tierra, al menos, de sus reliquias: «de cuya veneración han de resultar muchos bienes espirituales y temporales a esta nuestra Iglesia», según dejó escrito en sus Constituciones. Y para conseguirlo no reparó en gastos, removiendo toda su influencia con papas, reyes y nobles; pero con la seguridad de que eran «auténticas», es decir, obteniendo los correspondientes certificados que testificaban su identidad.

Y para guardarlas erigió en su iglesia la preciosa «capilla de las Reliquias», tras la sacristía, depositándolas dentro de un rico armario forrado de terciopelo rojo que cubre todo su muro derecho. Está distribuido en cuatro gradas sobre las que se ordenan dentro de sus arquetas o urnas de plata, cerrando el armario dos bellas puertas labradas de talla, con fondo azul y florones dorados.

De todas mandó hacer inventario, otorgando acta de donación a su Capilla, junto con sus guarniciones de oro, plata y piedras preciosas, ante el notario Andrés Aloy el 10 de junio de 1604; a la vez que, dentro de una caja de ágata y otra de ébano, depositaba los documentos testimoniales de su veracidad y procedencia.

Pues en la grada cuarta de este armario, con el número 18 de orden en los posteriores inventarios hechos, se haya «un relicario que contiene un hueso de San Vicente Mártir, patrón de esta ciudad», según nota testimonial.

El hueso responde a un dedo de su mano. Y le fue donado al Patriarca por la Excma. Sra. Doña Juana de Velasco, duquesa de Gandia, el 18 de noviembre de 1600, haciéndosela llegar por mediación de Juan José Agorreta, mayordomo de hacienda del Patriarca, con una carta refrendada y sellada con el sello ducal, en la que dice que una copia de esta «auténtica» quedó en su poder; y el original en manos del Gentilhombre de Cámara del Archiduque Alberto de Austria, don Alfonso de Cárdenas, de quien ella había recibido la reliquia en Milán. En 1947 un inventario de estas reliquias, incluyendo la de San Vicernte Mártir, recibió el premio del ayuntamiento con motivo de los Juegos Florales.

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