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Ruzafa y su obra interminable

Ruzafa y su obra interminable

El barrio de Ruzafa se ha convertido, por razones de peso, en una de nuestras referencias culturales y en uno de los valores más importantes de la ciudad en cuanto a oferta y posibilidades. Sus variopintos comercios aglutinan una gran cantidad de matices que enriquecen sobradamente el valor de la zona. Bares y restaurantes de todo tipo, cocina internacional, pequeñas tiendas de instrumentos musicales, librerías con servicio de cafetería, galerías de arte, asociaciones culturales y un sinfín de propuestas diferentes que conectan al instante tanto con los vecinos como con los visitantes ocasionales.

Muchos creadores locales eligen Ruzafa para establecer su residencia habitual, y son los propios vecinos quienes pueblan y retroalimentan la actividad imparable del barrio. Es verdaderamente especial ver cómo al caer la tarde esta zona, ya de por sí enérgica desde la mañana, llena sus terrazas y establecimientos con gente de todo tipo prácticamente todos los días de la semana.

Desde hace algunos años, nuestro ayuntamiento decidió renovar y dar un nuevo carácter a la zona, con el miedo que provocan al instante estas tres palabras: la obra pública. Es escucharlas y ponerse a temblar. Pues sí. La obra pública se apoderó del barrio . Y lo sigue haciendo hoy. Recuerdo pasear durante meses por la calle Cádiz y sentirme como John Wayne. Sin asfalto y con el polvo amarillento que levantaban los obreros y viandantes a cada segundo, la estampa, más propia de un western que de una calle urbana en pleno siglo XXI, era cuanto menos curiosa. Ya no veía los coloridos comercios, arrinconados por vallas y con accesos imposibles. Solo hormigoneras y ruido, mucho ruido. Y es que convivir con la contaminación acústica, el desorden y la desubicación continua es verdaderamente complicado para un ser humano. Que se lo cuenten a los vecinos.

Conozco a mucha gente residente en ese barrio, y durante años han convivido y peleado contra muchas dificultades. He llegado a ver caras desencajadas por esta causa, hasta el punto de plantearse un cambio de vivienda, con lo que esta decisión conlleva. Si bien es verdad que en un porcentaje alto del objetivo municipal ya se ha cumplido tras algunos años, todavía hoy resulta catastrófico tratar de circular, ya sea andando o en coche, por algunas de sus calles.

Poco ha ayudado el consistorio a los pequeños comercios del barrio, viéndose relegados a la mínima expresión, hasta el punto de anular visualmente por completo los accesos a sus negocios. Las continuas pérdidas económicas hacen que sus responsables se echen las manos a la cabeza y no tengan más remedio que soñar un final que por el momento se ve muy lejos. La llegada de elecciones puede que acelere el proceso, o igual ni aún así. Es cierto que este tipo de obras son de una gran complejidad, pero también lo es que una mayor coordinación de tiempos y una continua comunicación con los vecinos podrían haber atenuado las molestias. Los plazos se alargan, y muchos tienen miedo de perder a su clientela habitual, esa que tanto tiempo y esfuerzo ha costado conseguir. Esperemos que tras los inconvenientes, y cuando paseemos por el barrio por fin terminado haya sido para bien, aunque ni siquiera eso pueda compensar, con el tiempo, el daño ocasionado al pequeño comercio en tiempos tan difíciles y complicados.

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