Escola Infantil El Trenet
La "escoleta" del tesoro
La metodología «Trenet» desarrollada durante los últimos 35 años se basa en «el juego, la experimentación y tiene mucho en cuenta los sentimientos y las emociones de los niños»

La "escoleta" del tesoro
Rafel Montaner
Cada curso el pirata Patatxula visita a los niños de 1 a 3 años de la Escola Infantil El Trenet del barrio de Patraix y les invita a buscar un tesoro, sin saber que el verdadero tesoro es esta escoleta de enseñanza integramente en valenciano cuyos orígenes se remontan a 1979. Es una de las pocas escoletes democráticas, participativas „en las que las familias son una parte muy activa del proceso de aprendizaje „ y muy arraigadas al entorno social y cultural que quedan de la red de cooperativas de enseñanza que tejió el desmantelado Patronato Municipal de Escuelas Infantiles.
Nació hace 35 años en una de las 20 casitas para trabajadores de la calle Ramón de Castro que levantó hace más de un siglo la Sociedad Constructora de Casas para Obreros y cuya entrega de llaves protagonizó la reina Victoria Eugenia aprovechando su visita a Valencia junto con Alfonso XIII para visitar la Exposición Regional de 1910.
En este rincón de Patraix, por donde antiguamente pasaba el ferrocarril Valencia-Cuenca, de ahí el nombre de El Trenet, tomo cuerpo el sueño de un grupo de jóvenes educadores de la nueva escuela. Conscientes de que, como decía el poeta Rainer Maria Rilke,«la verdadera patria del hombre es la infancia», anhelaban construir un espacio en el que valores como convivencia, igualdad, solidaridad, integración, libertad y creatividad ayudaran a crecer a niños y niñas en sus primeros años de vida.
Este sueño pervive tres décadas y media después en la metodología Trenet, «basada en el juego, la experimentación y tiene mucho en cuenta los sentimientos y las emociones de los niños», explican Vicky Coronado e Inma Luz Ayuste, dos jóvenes educadoras de la escoleta de Patraix que comparten ilusiones y esperanzas con los fundadores de esta cooperativa que aún siguen en el tajo.
«Le damos mucha importancia a la acción y a las emociones del niño, pues queremos que ellos sean protagonistas de lo que hacen», apunta Inma. «Hay que respetar los ritmos y los intereses del niño, así como su decisión crítica, que duden y se enfrenten a los problemas para que puedan encontrar soluciones y, si no lo logran, no pasa nada», recalca Vicky.
Libertad es la palabra que más repiten. «Dentro de unos límites, como respetar a los demás, cada niño puede ir a su ritmo», cuenta Inma. De este modo, si alguien no quiere hacer una actividad puede jugar libremente, subrayan las educadoras de una escoleta donde no hay sillita de pensar. «¿Si queremos que pensar sea algo bueno, cómo vas a asociarlo a un castigo?», se pregunta Inma.
Sin puertas para los padres
En El Trenet no hay puertas para los padres, de hecho para facilitar la adaptación de los más pequeños las familias «pueden quedarse en la escuela todo el tiempo que haga falta», relata Vicky. La complicidad familia-escuela es total, pues los padres intervienen en todos los proyectos del curso. Uno de ellos se disfraza del pirata Patatxula y lleva a los escolares a la playa a descubrir el mar, mientras el resto trasnforma la escoleta en una selva en la que los niños se quedan a dormir: una noche los pequeños y dos los mayores.
Sin fichas ni libros, los niños experimentan en primera persona el aprendizaje. Flautirorí, paje de los reyes magos, llega para anunciarles el invierno y el frío, con lo que el color blanco inunda la escoleta a base de nieve de papel, en Pascua les visita la gallina Quiqueta con sus huevos de chocolate... Una escuela volcada en el barrio, donde participa en las fiestas y convive con sus comercios tradicionales, «conscientes de que todo educa» y en cuyo festival de fin de curso los que actúan son los padres.
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