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Historia de los símbolos

La vicepresidenta y la Senyera

Oltra conquista el azul en su toma de posesión, superando la querella histórica nacida durante la Transición

La vicepresidenta y la Senyera

Mònica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, tiene un sutil lenguaje textil sorprendente El miércoles asistí casualmente su primera rueda de prensa como portavoz del Consell, e iba con un vestido blanco, indicativo de transparencia, pero con unas motas salpicadas ordenadamente, como recuerdo de los problemas a los que se enfrentaba. El día de toma de posesión, cuando lloró cantando el himno, portaba un azulado con celdillas que podía dar idea de colmena y construcción. En la reunión de Compromís se envolvía en el naranja. Y el domingo, cuando se abrieron las puertas del Palau al pueblo, iba con una combinación de azules, celeste en la blusa y marino en los pantalones.

Mònica Oltra conquistó el azul esa histórica jornada, superando una querella histórica. Recordemos el kafkiano enfrentamiento que mantuvimos durante la Transición: la franja azul contra el «sense blau». Curiosamente, los correligionarios independentistas de estos últimos defendían en Catalunya una bandera «amb blau» y una estrella, pues consideraban la simple cuatribarrada como una enseña reconocida por el Estado español en el estatuto catalán, y querían otra cosa.

Mònica Oltra ha sido tan valiente con el «blau» como lo fue en su día Federico García Lorca, que no permitió que sus adversarios se apoderaran de tan bello color, y por eso frente a las camisas azules falangistas exigía que sus colaboradores de «La Barraca» vistieran monos azules de obrero, sin tener que recurrir al socorrido rojo para demostrar su progresismo.

La nueva situación bicéfala del Gobierno valenciano tiene un antecedente en la legislación foral. En el Consell valenciano hubo un período durante el cual había dos «jurats en cap». El «Jurat en Cap» dels nobles, que correspondería a Ximo Puig, y el «Jurat en Cap dels Ciutadans», que sería el rol de Mònica Oltra.

En caso de conflicto, el Jurat «noble» encabezaba la expedición militar con sus armas en la mano, y el Jurat «ciutadà» era el portador de la Senyera. En cierta manera Mònica Oltra ha recuperado ese rol histórico al ostentar simbólicamente el azul de la Senyera en su vestido, ya que desgraciadamente la Generalitat no tiene Senyera propia y por tanto no puede enarbolarla ni ella ni nadie.

La Generalitat antigua no tenía Senyera, y ni siquiera tenía «president», pues era una comisión para recaudar el «impuesto general» creada por las Cortes.

El Consell o Junta de Jurats era, como gobierno de la Ciudad y Reino, quien custodiaba la Senyera. Al anularse esta institución en 1707, todas sus pertenencias pasaron a su heredero directo, el ayuntamiento de inspiración castellana. Hubo por tanto una confusión o reduccionismo. El «Consell» valenciano era local y al mismo tiempo regional, pues los Jurados de Valencia se tomaban la libertad de intervenir en asuntos de otros municipios. En cambio el «ayuntamiento» borbónico era estrictamente local, pues todo el poder absoluto radicaba en el Rey, que no admitía una institución gubernamental que le hiciera sombra.

Por esto se originó el contrasentido de que el ayuntamiento «municipal» poseyera una bandera «territorial» que, por efecto mimético, fue considerada también local. La primera mención al azul de la enseña es del 11 de julio de 1348, documento firmado en Burriana por Pedro II. La primera representación gráfica es de un derrotero o carta nautica de 1410, por lo que dicho azul algo de solera puede esgrimir, especialmente en tiempos de la Segunda República, cuando la bandera se usaba desde Vinaròs a Orihuela sin ningún tipo de problema.

El reconocimiento estatutario de la Senyera cerró el conflicto. Pero la Generalitat creada en 1983 se quedó sin bandera propia.

El Ayuntamiento de Valencia debería ceder la Senyera que sale en procesión a la Generalitat, como tributo del gobierno local al gobierno nacional. Y de hecho, la procesión cívica del 9 d´Octubre debería salir de la calle Caballeros „donde estaba también el Palau del Consel y Jurats„ y no del ayuntamiento local.

Hay sin embargo, una solución para esta orfandad emblemática de la Generalitat. Que el ayuntamiento les regale, por lo menos, la Senyera que cubrió el féretro de Blasco Ibáñez y que actualmente está en el hall del museo que tan magníficamente dirige Rosa María Rodríguez Magda. Esta enseña es reproducción fiel y artesanal de la vieja Senyera, y aportaría una vistosidad histórica notable. Es urgente que la Generalitat tenga una Senyera propia, para salir en combate como en los tiempos forales. El gobierno de Madrid nos debe mucho y sin exigencias no nos pagarán nada. Sobran soldados. Discapacitados, jubilados con pensiones raquíticas, enfermos desatendidos y todo tipo de excluidos sociales serían el nuevo ejército valenciano. En cierta manera, Mònica Oltra ya se ha convertido en su lideresa, la «Jurada en Cap dels Ciutadans». Sería impresionante verla a caballo frente a la Mocloa, con la Senyera en la mano. Apoyos no le faltarían, y con razón.

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