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La trastienda

El impacto de las redes

El impacto de las redes

Las redes sociales lo han cambiado todo. Hasta el punto de hablar de un antes y un después de este fenómeno que parece no tener límite y que, todavía hoy, provoca incertidumbre de acción a la hora de abordar legislación, y en consecuencia control y sanción sobre el tema. Da la posibilidad al anónimo a dejar de serlo y al famoso a codearse como uno más entre sus fieles seguidores, relegándolo de las deidades a lo terrenal, como uno más que puede ser visto, analizado o criticado a tiempo real. Como todo, tiene su parte positiva y otra nefasta, pero es innegable que nuestras conductas y hábitos han cambiado o se han modificado con su aparición. Al fin y al cabo, solemos ser nosotros, los seres humanos, en función de nuestro perfil, los que acabamos por utilizar de forma correcta o no nuestros recursos.

Todavía recuerdo cuando hace años se trataba de restringir el uso en los puestos de trabajo, algo que ya se da por imposible cuando llevamos la aplicación a rastras en nuestro teléfono móvil y dispositivos varios. Por un momento, nos da por contar lo que pensamos, comemos, disfrutamos o sentimos y tenemos la necesidad de hacérselo llegar a aquellos amigos virtuales que comparten con nosotros amistad y vivencias, que antes eran privadas y ahora pasan a ser salvajemente públicas.

Como suele suceder, lo que empieza siendo un hobby para usuarios acaba por ser una útil herramienta a nivel de empresa, y ya muchas personas se forman en la rentable utilización de estas aplicaciones para potenciar negocios concretos y que ya cuentan con una buena salida profesional. Que se lo digan si no a los nuevos partidos, que han sabido sacar rendimiento más que de sobra a sus redes para captar nuevos adeptos y difundir información propia. Consiguieron dejar noqueados y fuera de juego a los tradicionales, a los de toda la vida, que ya se apuntan al carro, una vez aprendida la lección, de los tuits y los posts.

Ya no son únicamente los medios de comunicación la única vía para contar noticias y publicitarse. Basta un texto o una imagen para congregar a cientos o miles de personas en una manifestación o concentración convocada al momento. O para vetar a una marca concreta por alguna mala praxis.

El alcalde Joan Ribó utiliza estas herramientas con ahínco desde su nombramiento, leyendo y repasando a conciencia su cuenta de Facebook o Twitter. Contesta a muchos de los mensajes que los usuarios le escriben y trata de atender las quejas personalmente, para comunicarse en estos tiempos donde prima este comportamiento y, sobre todo, el acercamiento. Porque no son los ciudadanos los que tienen que adaptarse a los políticos. Más bien al revés, con un claro objetivo de proximidad. Seguro que a él o su equipo les resta mucho tiempo, pero según se mire. Lo que para algunos puede significar pérdida de tiempo del alcalde y su equipo, para otros es un ejercicio necesario, útil y práctico.

Para bien o para mal, la aparición y consolidación de las redes sociales han cambiado, en parte, la forma de hacer las cosas, en lo personal y en lo profesional, hasta el punto que muchos especialistas auguran mejores resultados no en función de lo que se haga sino de cómo se comunique. Lo que viene siendo el marketing de toda la vida, pero más cerca de todos, al alcance de cualquiera. Y eso, hasta hace poco, no lo conocíamos.

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