Como ocurre al final de la película Cinema Paraíso, después del cierre definitivo del viejo cine y cuando la plaza del pueblo ha dejado de ser un foco de vida cultural y se llena de coches aparcados, «el loco» grita en medio de la misma: «¡La Plaza es mía, por fin la plaza es mía!». Hoy este personaje perturbado se sentiría muy satisfecho en muchas plazas y calles valencianas donde los coches asfixian el espacio público y corroen el aire de nuestra vida cotidiana.

Las emblemáticas y céntricas plazas de València no han de ser rehenes de los coches particulares ni tampoco de unos pocos «afectados» que los defienden a capa y espada, como es un colectivo particular de vendedores, ni siquiera han de ser prisioneras de la voluntad de los vecinos más cercanos. Las plazas constituyen un bien común de todos los habitantes de la ciudad, de toda su ciudadanía. Sobre todo en lugares históricos tan significativos como es La Plaça del Mercat deben priorizarse las necesidades de bienestar y salud para la ciudadanía y el medio ambiente.

Felizmente, el alcalde Joan Ribó ha roto un gran tabú en la política municipal valenciana desoyendo las pataletas de los vendedores de Mercado Central y escuchando a la abrumadora mayoría de la opinión pública que sí quiere la peatonalización de la Plaça del Mercat y su entorno. Ribó ha dejado de ser prisionero de las exageradas campañas de miedo impulsadas por unos cuantos vendedores del Mercado Central. Ha comenzado por fin la recuperación para la ciudadanía de una de las plazas más hermosas conformada por la Llotja, El Mercat Central y Sant Joan. La actual semi-peatonalización de la plaza proyectada por el Ayuntamiento ha de ser el primer paso para poder alzar la voz con fuerza: «¡Por fin, la plaza es nuestra!».

Durante décadas ningún alcalde o alcaldesa se ha atrevido a oponerse a las erróneas y retrogradas ideas sobre el tráfico y el espacio público defendidas por el colectivo de los vendedores del Mercado Central, que de hecho han usurpado históricamente el lugar y los intereses colectivos de la ciudadanía de Valencia. Desde los años ochenta hasta hoy cualquier propuesta de ampliar aceras o de limitar la circulación de vehículos privados (como en la Calle de la Paz o en la Calle San Vicente) ha topado con la oposición feroz de este lobby. Hasta ahora ningún gobierno municipal ha superado este bloqueo histórico a cualquier intento de seguir los pasos de muchas ciudades europeas que sí han puesto en valor la salud, el medio ambiente y la calidad del espacio público para favorecer el encuentro social y el paseo sano y seguro en el entorno de los monumentos y conjuntos arquitectónicos más estimados. En este contexto, resulta absolutamente inverosímil e irracional que una singular plaza histórica europea, como es la del Mercat, continúe asediada por los coches y los malos humos.

Las campañas de los vendedores del Mercado Central contra la peatonalización son a la vez chocantes y masoquistas. Carecen de todo fundamento racional puesto que el proyecto municipal de semi-peatonalización no les perjudica las ventas sino que las favorece. No bloquea en absoluto ni el acceso al aparcamiento del Mercado ni la carga y descarga de mercancías. Este pequeño colectivo tampoco representa a todos los comerciantes de la zona, de hecho otros comerciantes del centro histórico sí han apoyado las medidas municipales de entregar más espacio público a la ciudadanía. Resultaría insensato el aplazar durante más años la recuperación de la Plaça del Mercat, tal y como exigen los vendedores del Mercado Central. Es inaceptable poner por delante la incierta fecha de acabar primero el aparcamiento faraónico, caro e innecesario de la Plaza de Brujas.

Los vendedores deberían alegrarse de que las visitas y compras en el Mercado Central gozan de una situación envidiable por su atractivo entorno monumental, por su fácil accesibilidad mediante el transporte público, por la continuada gran inversión pública en el propio edificio y las infraestructuras colindantes y por la exitosa promoción de sus servicios. Gracias a su ubicación en el centro histórico el Mercado Central goza de muchas ventajas aunque también tiene algunos servidumbres, como son algunas limitaciones al tráfico rodado y el aparcamiento.

En lugar de protestar contra las peatonalización o de exigir más aparcamientos masivos que atraerían más vehículos y contaminación al centro de la ciudad, los vendedores y pequeños comerciantes deberían dirigir sus críticas a los proyectos de nuevos grandes centros comerciales en la periferia de Valencia. Estos son los que amenazan de verdad al tejido comercial de proximidad e impiden un clima urbano más respetuoso con las personas y el planeta.