Camáñez es como se conoce popularmente el último edificio de La Torre. Se trata de una gran finca separada por una enorme rotonda „cuya zona de paso es rudimentaria y presenta algún peligro„ de la parte más amplia y poblada del barrio. De hecho, queda más próxima a los pueblos que la rodean (Alfafar, Sedaví y Benetússer) que de ésta.

Si la pedanía es en sí misma tierra de nadie, esta área es una isla a la deriva. Su situación provoca que los solares que la cercan casi por completo se hallen abandonados y cubiertos de altas y malas hierbas, una circunstancia que favorece la presencia de ratas y la aparición de mosquitos cuando llueve, o de cucarachas y otros insectos, que acaban accediendo a las viviendas, durante la mayoría del año. Al respecto, se fumiga poco o nada, y los servicios de limpieza brillan si no por su ausencia al menos por su problemática escasez, a lo que se suma que tales campos pertenecen unos al Ayuntamiento de la ciudad, otros al de Sedaví y algunos a particulares, y que ninguno de los tres responsables actúa con la normal y urgente diligencia.

El resultado de todo ello es el descrito: indiferencia institucional, peligro por falta de salubridad y un comprensible, prolongado y creciente malestar entre la gente que allí vive.

Agreguen a esto un STOP largamente solicitado en un punto crítico, una pobre iluminación y un lamentable estado del alcantarillado, por añadir otros ejemplos, y podrán hacerse la triste imagen de este término. Tanto las personas que lo padecen in situ como la Alcaldía pedánea y la Associació de Veïnes i Veïns no cejan en sus reivindicaciones, pero los organismos competentes tampoco en su acto de mirar siempre hacia otro lado, aumentando en consecuencia la injustificable condición insular de este lugar, que sí existe y está habitado.