­­El odio ha golpeado como nunca a la comunidad gay. ¿Era una tragedia imaginable?

El Estado Islámico ha demostrado una animadversión especial hacia las personas LGTB. De hecho, los arrojan desde las azoteas cuando localizan a homosexuales. La inquina está ahí. Pero un ataque de esas características, una masacre como la de Orlando, es la primera de la modernidad.

¿Y por qué cree que ha sucedido?

Posiblemente, por el crecimiento de la visibilidad de nuestras orientaciones e identidades sexuales. Y porque se nos considera un lobby, un grupo de influencia a nivel mundial, y muchos grupos radicales, incluso personas que aparentemente no son radicales pero que pertenecen sobre todo a grupos religiosos que fomentan el odio e incitan al odio y nos catalogan como algo muy negativo para esta sociedad. Que nos definen como un peligro para los niños y para mantener la «normalidad». Somos una víctima más del patriarcado, como las mujeres.

«Charlie Hebdo» fue un símbolo de la libertad de expresión. Puede que Orlando se convierta en icono de la libertad sexual.

En los últimos diez años, gracias en gran parte al trabajo de los colectivos LGTB, en este país hemos sido ejemplo. Los avances registrados han hecho que la mayor parte de la sociedad tenga una visión diferente. Ya estamos recibiendo apoyos. La gente está más concienciada con que se ataque a una persona por ser homosexual.

La homosexualidad es un delito por el que se persigue a la gente en más de setenta países.

Sí, es una realidad que la mayor parte de esos países que persiguen la homosexualidad son musulmanes. Pero no podemos asociar esos ataques al hecho de ser musulmanes. No tiene nada que ver defender una religión a ser terrorista. Hay población musulmana que no tiene ningún problemas con la población LGTB.

Quien es víctima de la homofobia no quiere contribuir a generar islamofobia en los demás.

Efectivamente, no sería justo. No tiene que ver con la religión, sino con sus gobiernos integristas.

Un beso entre dos hombres que presenció el asesino fue el detonante. Parece un delirio.

Es que hay muchos tipos de homofobia. La mayoría la hemos sufrido prácticamente toda en nuestras carnes: el rechazo social e institucional, que siga habiendo acoso escolar a niños ya no sólo por ser homosexual, sino por parecerlo. Pero hay una homofobia a la que le produce repulsión que demostremos en público nuestra afectividad. Para esas personas, lejos del respeto a la diversidad, todo lo que no sea defender sus criterios y sus principios no lo ven correcto y lo atacan.

Insisto: es sangrante que de una muestra de amor surja tanta violencia y dolor.

Sí, pero así es ese tipo de homofobia. Aunque sea a partir de una muestra de cariño consentido que no coarta las libertades del resto.

¿Debería haber más besos públicos a partir de ahora?

Cada vez está habiendo más besos. Nuestro colectivo es cada vez más visible. Me cuesta decirlo, pero la visibilidad nos ha permitido alcanzar espacios y derechos que antes eran soñados y casi imposibles, pero parte de esa visibilidad la vamos a pagar con más agresiones. Es el precio que hay que pagar por la visibilidad. Pero, por mucha presión que quiera ejerzan y por mucho miedo que nos intenten meter en el cuerpo, no vamos a dejar de visibilizarnos. Es un camino imparable, sin marcha atrás. Es como cuando se liberó a la población negra: puede haber racismo, pero no vuelta atrás. A nosotros quieren meternos en el armario, pero no hay vuelta atrás porque es una cuestión de derechos. Hay que seguir reivindicando y saliendo a la calle.