Los bolardos fueron durante un tiempo el enemigo público número 1 de los vehículos en la ciudad. Se instalaron por cientos, sobre todo en Ciutat Vella y los centros históricos de los barrios, para evitar que los coches aparcaran en las aceras. Los parachoques que muchos coches dan fe que cumplieron con creces su función disuasoria, pero aquella masiva acción de protección peatonal derivó en un desagradable efecto colateral. Aceras estrechas pasaron a ser totalmente inaccesibles para personas con movilidad reducida y verdaderos obstáculos para cualquier viandante. Estos pivotes de hierro colado salvaguardaron la integridad de parte del espacio público, pero a su vez sacrificaron su limitado espacio.

Pero tras el auge del bolardo, se ha iniciado una nueva etapa en la que se atisba su irremediable caída. De hecho, el Ayuntamiento de Valencia, a través de la Concejalía de Movilidad Sostenible, ha retirado 664 pivotes de hierro de la ciudad durante todo el 2016. Se trata de una de las actuaciones llevadas a cabo durante los últimos 12 meses dentro del plan para mejorar la accesibilidad peatonal en la ciudad. Su progresiva disminución está estrechamente ligada a la progresiva peatonalización de nuevas zonas, como el entorno de la calle Serranos, donde los molestos obstáculos ya no se interponen en el camino del viandante. Otras calles donde han desaparecido son Caballeros, Cuines, El Salvador, Almodí, Bosseria o Corretgeria.

El concejal de Movilidad Sostenible, Giuseppe Grezzi, explica que durante muchos años la Administración local «regó las aceras de la ciudad de miles de bolardos, unos elementos que, como bien define la RAE, suponen 'obstáculos' que, si bien están destinados principalmente a impedir el paso o el aparcamiento de vehículos, también se lo dificultan a los peatones, especialmente a los más mayores y a personas con movilidad reducida».

Por otra parte, también se han eliminado bolardos en bordes de acera de otras zonas, donde estaban colocados para evitar el estacionamiento indebido, pero ocasionaban un estrechamiento de la acera que producía incomodidad para los viandantes, como por ejemplo la avenida de Pérez Galdós. «Como todos sabemos, el estacionamiento y la circulación por encima de las aceras de coches, motos „salvo alguna excepción„ y camiones, no solo es una profunda muestra de incivismo y falta de empatía, sino que está totalmente prohibido, por lo que ha de bastar con el control policial para evitar dicho estacionamiento, sin necesidad de recurrir a elementos que suponen un obstáculo en el itinerario peatonal», recordó Grezzi.

También se han eliminado los bolardos en algunas calles, como Comedias, en las que dificultaban el propio estacionamiento permitido.

Relegado, pero no desterrado

Sin embargo, estos elementos aún se siguen utilizando en los casos considerados «estrictamente necesarios», como son evitar el acceso a nuevas zonas peatonales, disuadir de cargas y descargas en zonas no habilitadas para ello, garantizar la seguridad en zonas próximas a jardines muy utilizadas por niños y donde el acceso indebido de vehículos puede causar un peligro, etc. De hecho, en el mismo periodo se han colocado 118 bolardos en nuevas ubicaciones de estas características, utilizando los elementos eliminados de los otros lugares, con el adecuado pintado y reciclado de los mismos.

Además se han utilizado para delimitar zonas de calzada que han pasado a ser de uso peatonal, junto con la utilización de otros elementos como son los maceteros (zona peatonal de la Llotja y la plaza del Mercat).