La toxicidad de los materiales con los que se realizan las fallas es un debate que nunca ha quedado del todo aclarado. Y en la profesión de artista nunca ha existido un criterio unificado. Ni una voz conjunta se ha alzado en un sentido o en otro ante la misma pregunta: ¿hasta qué punto son perjudiciales los materiales con los que se ha trabajado en los últimos cuarenta años?. Porque antes de que, por ejemplo, ayer se refirieran al «corcho blanco», ya ha existido un debate al respecto del poliéster. Casualidad o no, causa-efecto o sin relación entre ambas cosas, lo cierto es que muchos, demasiados artistas de la época en que este derivado del petróleo se utilizara de forma masiva —tanto en la realización de fallas como en decorados o parques— sufrieron cáncer, con más fallecimientos prematuros de lo que cabía esperar.

El pasado mes de febrero de 2016, el artista jubilado Miguel Santaeulalia, que sufrió en su momento graves problemas de salud admitía durante un coloquio que «siempre se ha dicho que daba la sensación de que la inhalación no debía ser buena, pero no lo sabemos. Te ponías una máscara, que era muy incómoda...».

Ahora, con el «corcho blanco» ocurre algo parecido. Valga la curiosidad: en un taller fallero es muy difícil hacer fotografías con flash cuando se está trabajando ese material: el ambiente está lleno de partículas en suspensión, invisibles a simple vista, pero sobre las que rebota el fogonazo. El resultado es que la imagen se llena de círculos blancos.

Ya no hay cartón

Esas mismas partículas son las que se pueden introducir por la boca y fosas nasales. No es de extrañar que el uso de mascarillas se haya generalizado, especialmente cuando se está «rascando» el poliestireno, lo que no quiere decir que la prevención se aplique a rajatabla. Que sea perjudicial o inocuo para la salud es algo que, hasta dentro de unos años, posiblemente no se sepa.

Y la fabricación de fallas camina, además, hacia un monopolio cada vez mayor del corcho si no hay un cambio tecnológico: la última fábrica de cartón especial para la realización de fallas ha cerrado. Y aunque este material ha ido sufriendo una evidente curva descendente en su utilización, quedaba como una reserva moral de «método tradicional».

Sobre estos temas, Joan Ribó dijo que «estamos hablando de una cuestión de seguridad laboral. Nos interesa que los artistas trabajen con seguridad y, sobre todo, con garantías para su salud».