La iglesia de los Escolapios situada en la calle Carniceros de Valencia, en pleno centro de Ciutat Vella, ha colocado una funda de goma al mazo de su campana para reducir el sonido y cumplir la ordenanza municipal sobre contaminación acústica. Esta iglesia es una de las tres a las que se ha dirigido el Ayuntamiento de Valencia para prohibirles el toque de sus campanarios y en este caso la solución ha sido aceptada por ambas partes, según dijeron fuentes de la propia parroquia.

Al parecer, fue hace ya un año cuando el ayuntamiento les hizo llegar un escrito prohibiéndoles el toque de las campanas. Un vecino de la calle Santa Teresa había presentado una queja y una vez hechas las mediciones correspondientes, se había comprobado que el tañido superaba «ligeramente» los 55 decibelios fijados en la ordenanza municipal, así pues, debían dejar de tocar o bajar el sonido. Y eso fue lo que hicieron. Según explicó el párroco de la iglesia, Salvador Jiménez, colocaron una funda de goma en el mazo para amortiguar el golpeo de la campana, lo que rebajó notablemente el sonido. De hecho, dijo el párroco, los técnicos municipales hicieron después una doble prueba de sonido y comprobaron que ya estaba muy por debajo de lo que marca la ordenanza, por lo que les permitieron continuar con su actividad.

De todas formas, Salvador Jiménez asegura que no es la solución ideal, pues los expertos les han advertido de que ese golpeo no es natural y podría acabar dañando la campana. «Se ve que está hecha para soportar el golpeo de metal y no de otra cosa», asegura el párroco, que no cree que este método sea aconsejable exportar a otras iglesias de la ciudad.

Además, el responsable de Patrimonio de Escolapios, Luis Tatay, explicó que «el sonido ha quedado prácticamente anulado», algo que no tiene mucho sentido si se tiene en cuenta que esta campana sólo toca tres veces al día para llamar a la misa de la tarde. No es un campanario que dé las horas, como lo son otras campanas apercibidas por este mismo motivo.

Joan Ribó abogaba la semana pasada por una solución «técnica» y «de consenso» que permita seguir tocando las campanas pero bajando la intensidad de su sonido para cumplir con los niveles que marca la ley. Apuntaba la posibilidad de bajar la intensidad de las bovinas eléctricas, bajar el impulso y la masa del martillo que pica la campana o incluso amortiguar con algún tipo de funda el martillo, como Escolapios.