Las obras de consolidación estructural del Monasterio de San Vicente de la Roqueta están ejecutadas al 90% y ya puede decirse que ha alcanzado su aspecto definitivo, incluida la fachada exterior de la calle San Vicente, que después de sucesivas reformas ha perdido sus elementos históricos y ahora recuerda más a un edificio de nueva construcción que a un monasterio cuna del Cristianismo valenciano. Los responsables de la reforma, cuyo coste supera los dos millones, han optado por alargar las ventanas, poner aluminio y quitar las rejas, manteniendo cegados los arcos de medio punto del Renacimiento y los arcos conopiales de finales del siglo XIX, que habían perdurado hasta nuestros días. Además, han lucido la fachada y la han pintado de blanco. En definitiva, una oportunidad perdida.

Tanto la fachada como el interior del edificio fueron mostrados ayer con todo lujo de detalles durante una visita de la corporación a las obras del monasterio, obras que según el alcalde, Joan Ribó, estarán acabadas el mes que viene con un resultado satisfactorio. De hecho, sus estancias interiores, incluido el claustro, ya están acabadas, como lo está también la fachada exterior, aunque en este caso su aspecto no recuerda en demasía ni al conjunto histórico original ni a la fachada que perduró hasta los años noventa.

Aquella fachada mostraba la piedra y el ladrillo original y lucía ventanas cuadradas, ligeramente alargadas, rematadas por arcos conopiales. Ocultaba ya los arcos de medio punto de la planta superior, que pertenecen a la época tardo renacentista y que estaban cegados. Y tenía rejas.

En las últimas décadas, además, se consolidaron las ventanas cuadradas y desaparecieron los arcos, siendo cubierta toda la fachada con argamasa.

Y ahora, cuando se presentaba la oportunidad de poner en valor todos los elementos perdidos, no ha sido así. Muy al contrario, se ha avanzado en la simplificación de la fachada, aproximando su aspecto al de un edificio de nueva construcción. A falta de los últimos detalles, se ha optado por dejar cuadradas las ventanas y prolongarlas hasta el suelo, poniendo aluminio y eliminando las rejas. Y se han mantenido cegados tanto los arcos de medio punto del periodo tardo renacentista como los arcos conopiales que enmarcaban todas las ventanas del edificio tras la reforma de Martorell de finales del XIX. Toda la fachada se ha lucido con cemento y pintado de blanco.

De los arcos conopiales sólo se ha dejado el de una de las puertas de la calle. Este es, en realidad, el único elemento que da una imagen histórica al edificio, junto con el hecho de que la pared de la fachada esté curvada. Según explicó Alberto Peñiín, cuyo gabinete tiene la dirección de la obra, esto se ha hecho así porque han querido que predomine la construcción más importante de cuantas se han hecho en la Roqueta, que es la barroca, una época en la que las ventanas llegaban hasta el suelo. De esa manera se da uniformidad al conjunto, dejando algunos elementos que recuerden que allí hay restos de distintas épocas.

De hecho, ahora se van a «marcar» sobre la fachada los cuatro arcos de medio punto de la planta superior. Uno de ellos, ya se ve, aunque lo hecho hasta ahora no es del gusto del arquitecto.