Seiscientas páginas en latín y, ahora por primera vez, otras tantas en castellano, conforman el informe gracias al cual San Vicente Ferrer fue canonizado en el año 1455, apenas 36 después de su muerte, que tuvo lugar en 1419.

El manuscrito original del proceso, que se conserva en la Biblioteca Histórica de la Universitat de València, va a ser publicado, por primera vez, en latín y en castellano gracias a la colaboración del Instituto Studia Friburguensis, vinculado al Departamento de Historia de la Iglesia de la Universidad de Friburgo (Suiza), que rigen los dominicos.

Es el resultado de trece años de trabajo realizado por frailes dominicos, algunos de los cuales ya han fallecido, y que se encargaron de hacer más comprensible el informe, que incluye las declaraciones de 378 testigos de la vida y milagros del santo, pero especialmente de Vannes, la ciudad francesa donde murió, así como de Toulouse y Nápoles, en los que se narran la vida cotidiana y predicaciones del santo.

El coordinador de la edición ha sido el historiador dominico Alfonso Esponera quien ayer, en declaraciones a la agencia Avan, aseguraba que «se trata de una fuente de primerísima mano para conocer lo que los contemporáneos de San Vicente Ferrer dicen sobre él, de su predicación, de su vida, inclusive de sus milagros».

Curiosamente, la ayuda económica ha tenido que llegar de Instituto de la localidad suiza de Friburgo, donde estuvo el santo valenciano predicando en 1404, quince años antes de su fallecimiento.

El manuscrito original del proceso de canonización que se conserva no incluye testimonios recogidos en Valencia «aunque si se intuye que los hubo» aseguraba Esponera.

Cuando fue canonizado Sant Vicent Ferrer, Calixto III, uno de los grandes impulsores del proceso, mandó que las actas se guardasen en Roma, de donde desaparecieron en 1527. Sin embargo había una copia en la ciudad italiana de Palermo -que hoy todavía se conserva- y de la que en 1572 se hizo otra para Valencia, en 1577 una tercera, para San Luis Bertrán y en 1590, otra más para el sacerdote Vicente Justiniano Antist. Este último manuscrito, que ha sido el ahora transcrito y traducido, se conserva hoy en la Universitat de Valencia.