La Navidad en València es, seguramente, la más «normal» de cuantas organizan los ayuntamientos del cambio en las grandes ciudades. La heterodoxia en forma de vestuario de Reyes Magos en Madrid, belenes (Barcelona) o carteles (Sevilla) no tiene correspondencia en el «cap i casal», donde la única discrepancia, las «Reinas Magas» (si se las puede considerar «acto navideño»), son una iniciativa extramunicipal, aunque contara con el beneplácito y la adhesión del alcalde Joan Ribó.

La tercera Navidad del tripartito ha dejado consolidado un modelo de gestión de la festividad que se esperaba con vivo interés, dado el presumible poco apego a las tradiciones religiosas del equipo de gobierno. Al final, la característica principal ha sido, precisamente, esa «no revolución», la existencia, es verdad, de debates (cambio en la filosofía del belén, disminución de la iluminación de la fachada...), pero también se ha consolidado el concepto «apuesta estratégica» de esta larga tanda de fechas. La tradición valenciana en el canto de villancicos o la elaboración de belenes ha permitido considerar como «tradición» lo que, a ojos del creyente, es «sentimiento cristiano», pudiendo aceptarse las dos visiones.

Sí que hay dos conceptos que han supuesto un cambio que suma. Por una parte, la aparición de un macroevento, la fiesta de Nochevieja. Por otro, la aplicación de la descentralización, con la «plantà» de árboles de tamaño medio en diferentes barrios de la ciudad. Llegan a lo que llegan, porque la ciudad es muy grande, pero suponen una revolución de concepto. Ahora mismo se pueden contemplar estos árboles en plazas de Patraix, Campanar, Benimaclet, Russafa, Canyamelar, Orriols y San Marcelino, aprovechando aquellas plazas de barrios que conservan la esencia de «pueblo» (fueron, al fin y al cabo, anexionados en su momento). A lo que hay que añadir uno en Abastos y otro en Ciutat Vella, en concreto en la plaza del Doctor Collado. Estos árboles, realizados también por la empresa valenciana Just, se han diseñado a dos colores (blanco por un lado y rojo, verde o azul por otro) y dan un ambiente especial a esos espacios singulares que todavía conserva la ciudad, con iglesias, monumentos o casas de pocos pisos a sus alrededores.

Estos árboles tendrán la función de albergar algunos eventos organizados por el propio ayuntamiento, pero sobre todo están pensados como una forma de entregar un escenario a las asociaciones de cada uno de esos barrios: comisiones de falla, comisiones de fiestas, hermandades, asociaciones de vecinos, colegios, etcétera, para que organicen a su abrigo cualquier tipo de evento: conciertos de villancicos, entregas de premios, «quedadas» o lo que se quiera.

A estos árboles hay que añadir la carroza del Buzón Real, que hará visitas periódicas a barrios que, además, serán diferentes a los de los árboles. València es muy grande y dispone de muchos espacios singulares. Por eso, la carroza rotará por la calle Alboraia, Mercado de Benicalap, plaza de la Iglesia de los Ángeles y plaza Virgen de Lepanto de Castellar las mañanas del 26 al 29, respectivamente, y la tarde del 29 en la plaza Lope de Vega, para rebañar antes de la cabalgata en el Mercado de Nazaret y en la plaza del Doctor Berenguer Ferrer los días 2 y 3.

También hay un ciclo de Villancicos en los Barrios, que se desarrolla en la zona centro, pero también en lugares diferentes, como los mercados de Mosen Sorell y Rojas Clemente (día 17), calle Avellanas (día 22) y plaza de la Reina (día 24). Se trata de una estrategia muy parecida a la de la Gran Fira, a la que se ha incorporado el «Correfira», un vehículo que va organizando actuaciones en diferentes zonas de la ciudad.

El reparto entre diferentes zonas de la ciudad se completa con adornos luminosos en pedanías. Se lee «Bon Nadal» a la entrada de Benifaraig, Poble Nou, Borbotó, Massarrojos, Casas de Bárcena, La Torre, El Palmar, El Perellonet, Pinedo y el Saler y unas cortinillas se pueden ver en Carpesa, Castellar-Oliveral, La Punta y Benimàmet-Beniferri.