Las comisiones están dispuestas a gastar más dinero en las fallas. Si hay que regirse por las cifras, la edición de 2019 es la del «gran salto adelante». Tras computar todos los contratos presentados, las comisiones destinarán 7,6 millones de euros al trabajo de los artistas. Esto supone un incremento del 7,96 por ciento respecto al año pasado y, sobre todo, rompe sustancialmente la tendencia de los últimos diez años, marcados por la crisis económica y la recuperación. Desde el máximo histórico de 2009, cuando se gastaron 10,6 millones, la tendencia fue primero a la caída libre (con un mínimo de 6,7 millones en 2014) y, en los últimos cinco años, a una tenue recuperación, que nunca había superado el 2 por ciento anual.

Los datos oficiales dicen que, de ese montante, 5,7 millones corresponden a fallas grandes y 1,8 a infantiles. Sólo queda por sumar el dinero que destine la nueva comisión, Blas Gámez-Ángel Villena, en el caso de que se apruebe su constitución el próximo martes, aunque no cambiará sustancialmente las cifras globales. Ahora mismo, el montante declarado para 2019 es de casi seiscientos mil euros más que en 2018.

Este notable incremento se produce pese a que numerosos indicadores hablan de la galopante crisis del sector de artistas falleros, con constantes cierres de talleres. ¿Cómo se explica? Hay dos aspectos que podrían ayudar a entenderlo. Es cierto que, a primeros de ejercicio, hubo una campaña de concienciación para invertir más dinero en los monumentos: el ya célebre «Volem Falla». Faltaba que las actitudes que eran gratuitas (compartirlo en redes sociales) se reflejaran en algo tangible, como es aumentar realmente la dotación a los artistas.

Pero es más que probable que una parte importante del aumento también venga motivado por lo que se denomina «regularización». Desde 2018 funciona un nuevo sistema de clasificación de fallas que no se rige exclusivamente por el dinero estipulado en el contrato, sino que las comisiones también pueden señalar en qué categoría quieren competir. Esto habría permitido elevar las cantidades contratadas sin tanto riesgo a recalar en una sección no deseada.

Hay un aspecto, en todo caso, que es incontestablemente positivo: la imagen. Más dinero gastado supone más prestigio para los falleros y más peso específico a la hora de valorar el impacto de la fiesta. De hecho, a la hora de hacer un estudio económico de la misma, el único parámetro válido es el dinero registrado por contrato.

Este aumento obligará al ayuntamiento a desembolsar más de cien mil euros suplementarios en materia de subvenciones. Este año, el consistorio abonará a las comisiones dos millones de euros en ayudas a la falla (el 25 por ciento de lo estipulado en el contrato), lo que supone una cantidad prácticamente similar, euro arriba, euro abajo, a la que destina a la Junta Central Fallera para el gasto de organización de eventos.

«El problema no se soluciona»

Pero una cosa es la cifra y otra es la sensación. ¿Realmente los artistas, sobre cuya precariedad se han vertido ríos de tinta, ha visto entrar un río, pero de dinero? El portavoz del Gremio de Artistas Falleros, Ximo Esteve, lleva ya muchos años advirtiendo de los problemas que asolan al oficio. «Bien. El dato no puede rebatirse. Los números demuestran que ha habido una declaración superior, pero una cosa es la cifra y otra son las sensaciones. Ojala fuera un primer paso. Todo lo que sea subir es no bajar, pero la sensación es que lo que no soluciona ni muchos menos el enorme problema del poder adquisitivo de los profesionales. Seguimos en relaciones que no se sostienen. Se trabaja muy en el aire». Parte Ximo Esteve de una cuestión preliminar: la autocrítica. «Por supuesto la responsabilidad es nuestra por estar metidos en una dinámica insostenible. No podemos dar lo que damos». Además de advertir que «es imposible establecer un escandallo (un régimen de precios fijos) porque sería ilegal e iría en contra de un libre comercio en el que nos estamos ahogando». A la vez, recordó que el aumento del dinero no supone necesariamente más riqueza «entre otras cosas, porque a más dinero, también más pagaremos a Hacienda».

El concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, centró su análisis en esa nueva clasificación de fallas. «gracias a que todas las partes han sido capaces de consensuar nuevas reglas, que ya en 2018 han supuesto un aliciente para la mayor flexibilidad a la hora de elegir la sección donde competir, con un aumento de los premios y también de unos nuevos mínimos más coherentes con la importancia de los premios. El ayuntamiento también ha predicado con el ejemplo subiendo la dotación de la falla municipal y creo que es un primer paso para un esfuerzo colectivo».

Los incrementos en la dotación económica de las fallas crecieron notablemente al abrigo de la época de prosperidad económica. Pero este aumento, que llevó a máximos de más de 10 millones, estuvo condicionado en gran medida por la falla Nou Campanar, que llegó a poner en la calle, ella sola, una falla de un millón de euros. Otras comisiones de Especial también se lanzaron a presupuestos inimaginables. Estos aumentos influyeron mucho más que el crecimiento, siempre más moderado, en el resto de categorías. Cuando la burbuja estalló, esas super-fallas se volatilizaron y, ahí sí, las comisiones de barrio tuvieron que bajar la dotación al ritmo de la pérdida de poder adquisitivo de los falleros.