La fiesta de la Mare de Déu no acaba cuando la imagen peregrina finaliza la Procesión dominical y regresa a su camarín. El lunes, y desde hace ya medio siglo y un año, la plaza de la Virgen dispone de un aliciente suplementario. Y que sólo se entiende por esa persistencia en el tiempo. Lunes, tarde. Y la Ronda a la Verge que organiza la Fundación Bancaja en colaboración con el Ayuntamiento, llena el recinto tanto como cualquiera de las noches del pasado fin de semana. Porque es una cita fiel y que se transmite de año en año y ya de generación en generación. La Ronda es celebrar un concierto, si. Pero especial. De la Banda Municipal, el Orfeó Valencià, los cantantes líricos Vicente Ombuena y Carmen Avivar y un grupo de cant d'albaes. Esta vez, la Ronda tuvo ronda, que no bailes regionales, cambiando una costumbre de tiempo atrás.

Y así, a base de caballeros del alto plumero y señoritas que riegan la albahaca (Luisa Fernanda), míseros flautistas (La Tabernera del Puerto), mendigos errantes (Alma de Dios), y humildes artistas (La Maredeueta) fue pasando la hora y poco ante un público no ya entregado, que también, sino ansioso. Tanto, que casi cuatro horas antes de empezar el concierto ya había gente ocupando los asientos. La tarde, esta vez, ayudó. Incluso hizo fresco. Y como fresco estaba todavía el tapiz, la ciudad fue anocheciendo al son de los tones nuestros. Para sorpresa de los que no se lo esperan. Y en esa mezcla de personas mayores (mayoritarios) y no tan mayores; patinadores, ciclistas, repartidores y turistas cámara en mano, la patrona recibió un nuevo homenaje. En este caso, el pionero en materia de música y baile. La noche finalizó, antes del himno de la Comunitat, con la interpretación general del Himno de la Coronación, que resonó potente en la noche. Y antes, el València Canta, pero de esta composición la letra es bastante menos conocida entre el gran público.

La Ronda a la Verge es un particular epílogo, aunque todavía quedan sesiones de devoción. Tanto es así que, por la mañana también se celebró ayer un oficio especial: la misa que paga el Ayuntamiento. Que por muy aconfesional que sea, sí que se «retrata» a petición de las personas de los centros de mayores. Una costumbre que el cambio de gobierno ha mantenido inalterable y que permite a los devotos poder hacer su ofrenda o leer sus poesías.

Mañana es el turno de los floristas, que esta noche ya empezarán a decorar el altar mayor para que, ese día a primera hora cause el particular asombro entre el público. Y queda, a la semana siguiente, el besamanos popular, que son palabras mayores. Y sentimientos mayores.