María José Català adoptó como lema una cita de Nicolau Primitiu: «trabajar, persistir y esperar». Unos minutos después, Pere Fuset emplearía exactamente la misma cita. Y también ella se autoproclamó «líder claro del centro derecha» como, en este caso, pocos minutos antes lo había hecho Fernando Giner. Lo que quiere decir que en la política no hay tantas diferencias. Pero la líder (numéricamente hablando) de la oposición también se consideró heredera de la gestión del Partido Popular durante un cuarto de siglo, a pesar de que nada quede prácticamente de entonces, recordando cómo habían crecido durante ese periodo indicadores de bienestar como centros de mayores, equipamientos o zonas verdes. Y agradeció, citándolos, a todos los alcaldes que lo fueron en la democracia, desde Martínez Castellano a Rita Barberá.

Echó mano del humor para extender negros presagios sobre el equipo de gobierno. «Pese al cariño que siento por el Rialto, no hubiera elegido ese escenario para las negociaciones porque es un teatro. Y lo de ustedes va a aser una tragicomedia que cuando levante el telón tendrá traiciones y venganzas por doquier». Comparándolo con las óperas de Verdi. Un final «de esos que terminan con uno de los actores principales yacente en el escenario con un cuchillo en la espalda. Es el preludio de una muerte anunciada y ya saben que lo que mal empieza, mal acaba»

Anunció una oposición «implacable, perseverante y dura». Pero, a la vez, prometió «tender la mano». Lógicamente, para reivindicar ante instituciones donde manda la izquierda, Generalitat y Gobierno Central, como la Marina, el Parque Central, la V-21, etcétera. Por la parte que pudiera tocar a su partido, sonó a autocrítica su deseo de «no caer en la política de baja calidad que tanto daño ha hecho a nuestras instituciones y a la clase política en general en los «últimos años» y pidió a los que mandan que lo hagan «con amplitud de miras y que dejen sus luchas internas de lado».