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Benicalap

Un lugar donde volver a vivir como una familia

El Centro de Día de Aldeas Infantiles SOS en Benicalap lleva tres años trabajando en ayudar y fortalecer familias en situación de riesgo

Un lugar donde volver a vivir como una familia

El Centro de día de Aldeas Infantiles SOS de Benicalap ha cumplido 3 años en funcionamiento. Tras la entrada de la primera familia en el año 2016, el centro ha trabajado con familias y niños derivados por los Servicios Sociales de los centros de Campanar, Salvador Allende y La Zaidía. Tan solo en 2018 trató un total de 53 niños y 23 familias, a las que facilitó todo tipo de recursos. El objetivo de este lugar es apoyar y fortalecer a familias en situación de riesgo. Así lo explica Nieves Seano, directora del centro de día, que asegura: «No hay lugar mejor para que se desarrolle el niño que en el núcleo familiar».

Para que esto sea posible, los profesionales multidisciplinares con los que trabajan desarrollan diferentes programas y actividades tanto para los niños como para los padres, así como para la familia. De esta manera pretenden mejorar las carencias de cada núcleo, y reorientarles hacia un camino para mejorar su dinámica y su relación. «Si la familia no está bien, el niño tampoco lo estará», explican.

La actividad principal para cumplir con los objetivos es la Escuela de Familias, donde la familia va a potenciarse y a mejorar habilidades parentales. «A los padres se les capacita en habilidades parentales básicas, fortalecimiento de vínculos familiares, resolución de conflictos y organización familiar», aseguran desde el centro. «También se ofrece atención individualizada en función de las carencias específicas detectadas en los niños y se realizan visitas domiciliarias y acompañamientos», añaden.

Este tipo de actividades conjuntas favorecen a la existencia de una red en la que apoyarse mutuamente entre familias, especialmente para aquellas monoparentales en las que el peso de la complicada situación recae en una única persona. Este es el caso de Diana. Ella y su hija acudieron al centro tras sufrir una serie de grandes cambios en sus vidas. «Yo tenía un negocio, mi vida era totalmente normal, como la de cualquier familia. Me separé por violencia de género, y acudí al centro porque mi hija estaba pasándolo muy mal socialmente y en los estudios. Les expliqué mi situación tanto económicamente como lo que había pasado por violencia, y he recibido su ayuda desde entonces».

Las ayudas que ofrecen desde el centro tratan de suplir la mayor cantidad de necesidades de los usuarios que acuden. Facilitan instalaciones de emergencia que pueden usar todos los miembros de las familias en tiempos de necesidad, como un servicio de lavandería o duchas. Además, ofrecen ayudas para la adquisición de material escolar de los pequeños o incluso soporte a las familias en situación de emergencia social para la adquisición de alimentos.

A nivel formativo se organizan talleres con el objetivo de mejorar ciertos aspectos de la vida en familia. Algunos de los temas son economía doméstica, alimentación sana (para asegurar que los niños reciben una alimentación adecuada en sus hogares) o informática básica aplicada a la búsqueda de empleo.

Los profesionales del centro apoyan el desarrollo escolar de los niños y se aseguran de que su rendimiento cumpla con las expectivas, acudiendo a reuniones con los tutores de los centros escolares y dando apoyo a las necesidades individuales educativas que presenta cada niño. Diana cuenta que, gracias a su paso por el centro de día, su hija ha vuelto a su «vida habitual» y a las notas que sacaba antes en el colegio. Explica que cuando llegaron al centro, su hija estaba en un momento muy malo, pero que ella se sentía completamente hundida «y si yo me hundía, mi familia también».

Asegura que la labor que realizan en este centro de Benicalap «es una ayuda en todos los campos: familiar, económico, de trabajo... nos aportan muchos recursos que no encuentras en otros sitios». Añade que desde el centro le han facilitado mucho los recursos para encontrar un nuevo empleo y volver poco a poco a la «normalidad», y a salir de la dependencia de sus recursos. Este año ocho familias han salido del centro por cumplir los objetivos, al poder valerse por sí mismos y no ser dependientes de sus ayudas para sobrevivir. Aseguran que el momento de despedida es agridulce, ya que se sienten como una gran familia, pero el salir del abrazo del centro supone que la familia se encuentra, por fin, en condiciones óptimas para vivir sin su ayuda.

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