Después de una década deshabitado, el centenario palacete de Burgos, un edificio singular de principios del siglo XX cuya silueta sobresale en la avenida del Puerto, vuelve a estar habitado. Un particular valenciano, anónimo, profesor de universidad y registrador de la propiedad, lo ha comprado para fijar allí su residencia familiar y la de sus padres. «Estabamos buscando una vivienda grande para vivir todos juntos». La avenida del Puerto «nos gusta porque tiene mucho sabor y el palacete nos llamaba mucho la atención».

Mudanza a la vista en la Casa del Metge

«Siempre estaba cerrado y veíamos como se iba deteriorando; casualmente, un día lo encontramos abierto porque una inmobiliaria estaba haciendo una visita. Surgió la oportunidad de verlo y de plantearnos la compra», explica el particular, que pide guardar el anonimato, y que tiene previsto mudarse al palacete ya rehabilitado en febrero del año próximo. Esa es al menos la fecha la entrega de la obra de rehabilitación, que la familia ha confiado al arquitecto Javier Hidalgo Mora. «Queremos conservar todo lo que se pueda del edificio original y lo que esté escondido rescatarlo». «Hay elementos muy pintorescos que se quedarán, como un mural taurino del jardín». «Queremos que vuelva a ser lo más similar posible al palacete original».

El palacete, que cuenta con dos viviendas, estuvo habitado hasta 2007, cuando se vendió en plena burbuja inmobiliaria de la Copa del América por siete millones de euros con vistas a convertirlo en apartamentos de lujo. Atrapado por la crisis inmobiliaria y la devaluación, el palacete entró en un concurso de acreedores en 2014 y pasó a manos de un particular de Castelló que lo ha tenido en venta por cinco millones de euros hasta enero de 2019, cuando se vendió a los actuales propietarios.

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Así es el interior de la Casa del médico valorada en 3 millones de euros Levante-EMV

«Pedimos una tasación oficial para conocer el valor porque el precio de salida nos parecía alto y ofrecimos a los dueños esa cifra». En un principio, nos dijeron que no pero «tuvimos paciencia». Pasados unos meses cambiaron de opinión. «Creo que les convenció el hecho de que la comprásemos para vivir en ella» no para especular.

Finalmente, el palacete, sobre el que hay una hipoteca de dos millones de euros, cambió de manos. Entonces llegó el momento de rehabilitarlo y hacer de un edificio con cien años de historia, muchas transformaciones y elementos impropios un hogar moderno y adaptado a las necesidades de los nuevos propietarios. La licencia del ayuntamiento, que recomienda un uso preferentemente residencial, tardó un año en llegar. De la mano de Javier Hidalgo y la Universitat Politécnica de València el palacete poco a poco recupera lustre y esplendor perdido tras años cerrado. El arquitecto ha recuperado el color siena original de las fachadas, como publicó este diario.

Mudanza a la vista en la Casa del Metge

El palacete de Burgos es más conocido por los vecinos como la «casa del médico», por ser propiedad y residencia de la familia del que fue cirujano de la plaza de Toros, José María Aragón. En realidad el propietario no era el médico sino su mujer y hermana de María Burgos, esposa de un acaudalado industrial de la madera y promotora de la construcción del palacete, cuyas obras acabaron en 1924. Marí Burgos, que no tuvo descendencia, apenas disfrutó de su palacete pues murió un año después. El edificio exento de un romanticismo decadente ha inspirado incluso una novela de suspense, titulada la «La Casa del Metge» de reciente publicación y cuya portada ilustra este edificio del número 24 de la avenida del Puerto. «Nunca pensamos que iba a tener tanta transcendencia mediática», apunta el actual propietario, abrumado igualmente por el interés de los vecino por la intervención. «Hay muchos curiosos, que quieren entrar y ver qué estamos haciendo».

En un momento marcado por la pandemia del coronavirus en que muchas familias emigran, los dueños del palacete de Burgos apuestan por vivir en la ciudad. Si la compra del palacio ha sido o no una inversión rentable el tiempo lo dirá. Las edificaciones abandonadas y ocupadas, pendientes de expropiación por parte del ayuntamiento, quitan atractivo al entorno, en cambio la posible remodelación de la ruidosa avenida del Puerto anunciada por el ayuntamiento podría revalorizar la propiedad.

Destacan del edificio, con protección patrimonial de nivel 2, el torreón hexagonal con cubierta de teja vidriada en forma de escama de pez de color dorado y marfil. Gárgolas con forma de dragón rematan las cubiertas. En el interior, el zaguán de doble altura pensado para el paso de carruajes del acceso principal organiza la planta y de ahí arranca una amplia escalera que da acceso a las viviendas individuales de las dos plantas superiores, donde se cuentan hasta 20 habitaciones.

Los miradores de madera de las plantas funcionaban como una pequeña salita con asientos adosados en sus paredes. En la fachada posterior el palacete, obra de Ricardo Cerdá y Javier Goerlich, presenta una galería, soportada por columnas de fundición y cerrada con carpinterías acristaladas.

El palacete destaca por su torre, los miradores y las cubiertas de teja vidriada. Encargado en 1922 a Ricardo Cerdá, fue el proyecto modificado de Goerlich el que se ejecutó en 1924.