Con mantas por el suelo y el bullicio de todo el vecindario compartiendo dormitorio al raso.

No es tanto el ruido sino el miedo lo que impide conciliar el sueño en esta plaza abarrotada del barrio judío de Marrakech. Miedo a que la tierra vuelva a temblar y pánico a la caída de cascotes. Todas las casas aquí están destrozadas, cuenta y entre lágrimas, este hombre sufre la falta de ayuda en la tercera noche que duermen a la intemperie.

Ajenos al desastre los pequeños y sin casa, resignados al destino de Alá, los mayores como Rachid rezando en soledad ante la pura devastación.

Desde los restos de una cocina sin techo, su vecino Moulay pide al Rey de Marruecos una solución. Y sin respuestas, por ahora, a la ausencia del monarca, Marrakech se esfuerza en retirar escombros y retomar la imagen de joya turística del reino.