La Semana Santa Marinera tiene un punto de encanto en cómo cambian las sensaciones prácticamente doblando una esquina. A primera hora de la mañana, las calles del Cabanyal parecen fantasmas. Nadie en la calle, ni un sólo ruido. Realmente está amortiguado, porque basta con penetrar en sus travesías y, sobre todo, doblar una esquina, para encontrar a una multitud y el sonido de los tambores.

De repente, las calles sí que están llenas. En el Viernes Santo, el encuentro de los cristos, el del Salvador y el del Salvador y el Amparo, moviliza a todo el barrio y genera una expectación mediática que provoca que los organizadores se las vean y se las deseen para organizar toda esa amalgama. El tiempo, por la mañana, acompaña y permite celebrar un acto lleno de fervor. Por una parte están los porteadores de las tallas, que lo hacen a brazo.

28

El Viernes Santo del Marítim amanece con el encuentro de los Cristos

Las imágenes pesan una barbaridad y por porteadores acaban sufriendo. Para algunos, la «passejà» dura apenas unas docenas de metros. Se rinden y el cojinero tiene que afanarse para que la cruz no toque suelo, sino el almohadón, antes de proceder al relevo. Dos ediles populares, Juan Carlos Caballero y José Luis Moreno, participaron en esta particular carrera de relevos. Entre parada y parada, los fieles frota la imagen con toda suerte de telas o paños.

Finalmente, en la calle de la Reina, las imágenes se despiden hasta más ver. La del Salvador se marcha, pero se gira un par de veces antes de definitivamente, procesionar por Doctor Lluch -los tranvías tienen que manejarse con sumo cuidado para no atropellar a nadie- hasta la playa, donde se reza por los fallecidos en el mar. La marea acabará trayendo de vuelta la corona de laurel en una matinal tranquila. Tres horas después, el otro cristo hará el mismo camino para recordar de donde viene la pasión en València.