En lugar de avanzar, el Villarreal camina hacia atrás. Las buenas sensaciones se desvanecen y la inercia se ensucia, se envenena. A los amarillos se les ha puesto cara de descenso. Ayer no fueron capaces de salvar un punto, ni evitando el 1-2 en el minuto 89, ni anotando un penalti en el descuento. Cosas de equipo asustado, incapaz de levantar la cabeza y salir del agua, aunque el rival le regale un gol en propia meta. Ahora, a dos de la salvación, que pueden ser cuatro si hoy gana el Athletic. Todo antes de que los bilbaínos visitan la Cerámica la próxima semana. No es una broma.

Se llega a esto tras caer ayer contra el Getafe. Cuando se juega ante este equipo, cualquier entrenador debe torcer el gesto. Un partido contra los madrileños implica mucho contacto, parones de juego continuos, protestas y faltas. No defraudó ayer el equipo de Pepe Bordalás que hizo todo lo posible para que el Villarreal no encontrara el ritmo en todo el primer acto. Además, se mascaba la tensión en cada acción. Para el submarino era la primera final de la temporada. Nada que no fuese la victoria le hundía hasta la penúltima plaza y, tal era la implicación de los jugadores, que Álvaro incluso vio una tarjeta sin levantarse del banquillo.

Pero, a pesar de los golpes y las interrupciones, hubo momentos para el fútbol. El talento se impone y lo demostró Cazorla. Al filo del descanso, en el minuto 42, un regate de lujo tumbó a Maksimovic y, con la diestra, ejecutó un disparo que despejó Soria. También fue el pie prodigioso del asturiano el que, en el minuto 31, ejecutó un saque de falta medido a la cabeza de Funes Mori. Su remate desde el punto de penalti de nuevo lo despejó el guardameta andaluz.

Y es que en medio de la batalla, el Villarreal supo encontrar espacio para generar peligro. Es cierto que al equipo está a años luz de distancia de su mejor versión, pero ofreció destellos. Con el físico de Iborra compitiendo con la contundencia de Arambarri y Cristóforo, los amarillos sumaron su primera ocasión en el minuto 11. Pero el disparo de Gerard, solo tras el error de marca de Djené, Soria evitó que fuera gol.

Doce más tarde, fue el descaro de Samu Chukwueze el que se impuso al conflicto. El nigeriano, intermitente en el partido de ayer, regaló un disparo enroscado desde la derecha, con su pierna izquierda, que se marchó buscando la escuadra de la puerta de Soria.

Los madrileños no cambiaron ni una coma de su plan. Duros y aguerridos, buscaron la suya y casi la encontraron en el minuto 12. Un centro de Foulquier se aprovechó de la endeblez defensiva local para que Portillo, a bocajarro en el área pequeña, rematara. Fue Asenjo en esta ocasión quien se exhibió.

Aparte de eso, la rutina de las protestas. El Villarreal reclamó dos penaltis. Uno, por mano de Arambarri. El otro, de Djené sobre Gerard, se pidió pena máxima por empujón en el área. Ambos se marcharon al limbo.

Al Villarreal se le fundieron los plomos en el arranque del segundo tiempo. En un duelo de tanta exigencia, rebajar la tensión conlleva problemas graves. Funes Mori no fue contundente ante Jorge Molina, que le rompió con su regate, y Samu se dejó ganar por la desidia ante el alcoyano. Con esa ventaja, el delantero del Getafe reventó la pelota desde la frontal para colarla lamiendo el poste izquierdo de Asenjo. Era el minuto 52 y tocaba espabilar contra un muro de granito.

Cayó en el abismo el conjunto de la Plana. Sin guía en la medular, la retaguardia azulona apenas tenía dificultades para desactivar el ataque del Villarreal. Sólo Gerard, con disparo a media vuelta ante Soria, se acercó el gol. Una vez más, el guardameta visitante fue providencial.

Pero Ekambi aportó el verso libre que necesitaba el submarino para espabilar, aunque fuese un ápice. Sus internadas por la derecha casi acercaron al gol a Cazorla, en un centro al área que no acertó a rematar Gerard. Soria sacó el remate del asturiano y frustró un poco más al Villarreal.

Fue entonces cuando la fortuna apostó por sonreír a los amarillos. Sumidos en la oscuridad más ardiente, un centro tibio de Bacca lo remató Leandro Cabrera en su propia puerta. De repente, la esperanza resucitaba con quince minutos por delante.

Pero nadie estaba preparado para el desenlace. Como si se tratara de un partido de la última jornada, el duelo se convirtió en una montaña rusa de emociones. La frustración envenenó al Villarreal cuando, un error global de la defensa, permitió a Ángel Rodríguez, que saltó al campo en el 86, se plantara ante Asenjo y le batiera con una vaselina en el 89.

No se vayan, que aún hay más. En el último ataque de los amarillos, el saque de esquina acabó con dos remates de Funes Mori al travesaño. Madera, madera y penalti sobre Ekambi. Al menos un punto se saboreaba, pero el franco-camerunés mandó el balón por encima del larguero. Cosas de equipo condenado al desastre si no espabila cuanto antes.