El pasado 14 de febrero ardió en extrañas circunstancias el camión de mi marido en el puerto de Valencia. Con toda seguridad se puede afirmar que el fuego fue provocado. La pregunta «¿por qué?» va dirigida a esas personas (por llamarlas de una manera educada) que han decidido que sea el camión de mi marido el que tenía que arder: ¿por qué su camión?, ¿por qué a él?

Os puedo contar a vosotros, responsables de esto, que el único «hobby» de mi marido era su «Griffy», así llamaba a su compañero de viaje. Era realmente bonito, no le faltaba ni le sobraba nada, dedicaba su tiempo libre a tenerlo siempre a punto. Pero hace cuatro meses dejó de ser su protagonista porque nació nuestra hija.

Por eso os quiero decir que mientras vosotros estáis tranquilamente

almorzando por las mañanas, mi marido lleva ya 3 horas conduciendo; que mientras vosotros estáis de mariscadas y paellas, él está en el camión para poder llegar a tiempo a alguna fábrica, y que mientras vosotros estáis con vuestras mujeres e hijos, él se ha perdido el baño nocturno de su hija. Así que os pido que cuando penséis en vuestra próxima víctima, que tengáis en cuenta que no sólo quemáis un camión, también quemáis una familia y una ilusión.

Os tengo que «agradecer» que cada vez que mi marido salga por la puerta no estaré tranquila hasta su regreso, porque si ya de por sí tenemos un enemigo llamado carretera, ahora añadiremos otro enemigo fantasma que sobrevuela el puerto, y ante el cual nadie está a salvo.

Gracias a todas aquellas personas que nos han ofrecido su apoyo ante

esta injusticia.