Otra obsesión de la izquierda extrema a través de su sector animalista es el ataque al uso de animales para la distracción o la práctica de las corridas de toros.

Si bien es verdad que en muchos casos la diversión supera los límites de lo aceptable, por su crueldad -y en los que hay que intervenir- en otros lo que proporcionan es una vida mejor para dichos ejemplares, muy superior a su diaria participación en la cruel lucha por la supervivencia.

Entonces, éstos políticos al llegar al poder abren su espita y en este caso la toman con los circos, ferias y toros, prohibiendo su empleo en espectáculos, o exhibiciones, cuando lo más lógico sería comenzar por la protección previa de los humanos -animales racionales- que se arrastran por sus calles sin cobijo o alimento, expulsados de la vida social. Pero que si quieres, porque ellos en su lógica primitiva comienzan por los animales.

Así que ya lo saben. Este año si usted quería que sus pequeños conociesen de cerca el amplio mundo animal que le traían a casa, a precio de saldo, a partir de la prohibición de nuestro ayuntamiento - ¿quo vadis Ribó?- no le queda más remedio que sacar un billete para Tanzania y similares, exponiéndolos a riesgos, a alguna enfermedad tropical y unos miles de euros menos.

La pregunta lógica a la que ha de responder ya nuestro ayuntamiento es para cuando se va a cerrar el Oceanográfico, en el que también se exhiben animales, por muy marinos que sean, a los que se está sometiendo a doma, disciplina y exhibición. Muchos de ellos tienen una inteligencia superior a la de los animales salvajes y con ello es mayor el grado de sus posibles padecimientos.

Ya ven lo que es la vida. Gástate un dineral en el Oceanográfico, edificio, acuarios, piscinas, compra de ejemplares y en su cuidado y entrenamiento, para que luego llegue un exagerado y lo ponga en solfa.

Porque ese es otro problema de la izquierda extrema. Con su falta de experiencia están ansiosos de poder para implantar sus exageradas prohibiciones, olvidando aquel lema del 68 de Prohibido prohibir. Y sin medir las consecuencias o hasta el ridículo de sus medidas, las aplican diciendo ante todo lo que «no hay que hacer» paralizando la acción sin añadir «lo que hay que hacer» fijando los límites de sus órdenes

Eso les ha pasado también con la prohibición del uso de las Universidades Públicas para las prácticas en las privadas. Las prohibieron sin decir que van a hacer con los actuales alumnos pillados en la mitad de sus estudios.

Son cosas que se podían llevar a cabo en la España aislada. Pero dentro de la U.E. hay que hacerlas muy de acuerdo a ley o se pagan. Pues a cerrar el Oceanográfico amigo Ribó -cuestión de cataplines- o a autorizar los festejos con animales, por aquello del todo o nada.