Días pasados, oyendo en el Congreso a Joan Tardá, solo pude percibir en sus palabras un trasfondo de rencor. El problema existente en España le resbalaba. Hizo un discurso fácil y populista con un contenido monotemático: la independencia de Cataluña. A él únicamente le preocupaba poner tierra de por medio entre dos realidades que secularmente han estado unidas. Oyéndolo, uno podía creer que, en un futuro imaginario, la República de Cataluña iba a ser poco menos que el paraíso. Levantar una barrera y convertirse en el oasis de felicidad que todos buscamos, estaría al alcance de sus manos. Mi experiencia, sin embargo, me dice que ya hemos padecido el dolor de demasiados salvadores patrios. Que muestre sus cartas y revele cuáles son los verdaderos intereses creados que hay tras tanta afirmación nacionalista.

¿Sería legítimo pedir responsabilidades por sucesos como este? Sí, pero no exclusivamente a él. También responsabilizaría a algunos gobiernos democráticos de España, especialmente a la derecha más conservadora, por no haber sabido responder a las inquietudes y demandas de algunas comunidades históricas. La riqueza de culturas que han convivido en nuestro país desde hace más de quinientos años debe servir para mostrar que somos un ejemplo de respeto y tolerancia. Si la cultura no es capaz de eliminar fronteras, buscar lazos de unión y vertebrar la convivencia en un país se queda en un sucedáneo cuyo nombre desconozco. Luis M. Pradas. Foios.

15 personas justas y 68 traidores

Esto es lo que se desprende tras la segunda votación de investidura de Mariano Rajoy. Es significativo que del grupo de los 15 diputados socialistas que votaron no, nueve fuesen mujeres, lo que demuestra un mayor porcentaje del sentido del valor y compromiso en sus convicciones que el ofrecido por el género masculino. El resto, esos 68 que han arrastrado lastimosamente las siglas por el suelo hasta hacerlas irreconocible con su abstención, merecen capítulo aparte porque además de su traición, cobardemente, muchos de ellos se ampararon en la coletilla de «por imperativo» es decir, por mandato de la cumbre que, antidemocráticamente, no daba opciones a sus militantes (muy al estilo del PP). Cada declaración, cada abstención que salía de boca de cada diputado, comenzando por Antonio Hernando, fue un revés en la cara de todos aquellos que hoy, ayer, o en un tiempo lejano, tuvieran al PSOE como referencia de progreso, ilusión y proyección de valores políticos y sociales que con Rajoy nunca alcanzaremos. Francisco Escámez Campos. Valencia.