A vosotros, esos que el lunes hicísteis volar por los aires decenas de personas y miles de sueños. Lo volvísteis a lograr, volvísteis a hacer temblar un continent de miedo y de rabia. ¿Qué os hemos hecho? Quiero gritaros a la cara que os habéis construido un dios a la medida de vuestro odio, como los israelitas a los pies del Sinaí se construyeron uno a la medida de su codicia. Y así os permitís blasfemar, diciendo que Dios quiere sangre y muerte. Y os hacéis orgullosos asesinos de inocentes, truncadores de esperanzas, de amores e ilusiones.

Conseguís que tengamos miedo y que nos preguntemos si la bomba no explotará mañana en la puerta de mi casa, en el bar donde almuerzo, en mi universidad o en la iglesia a la que voy. Y conseguís que renunciemos a nuestra forma de vida, a nuestra libertad. Eso buscáis: quitarnos la libertad a través del terror, hacernos tan esclavos de nuestra seguridad y nuestro miedo como vosotros de vuestro odio. Pues oídme bien: conmigo ya no funciona. Yo no pienso tener ni un poco más de miedo, no pienso renunciar a más libertad para tener más seguridad, yo no pienso vivir asustado, mirando a todos lados con el miedo pintado en la cara, ni acostumbrarme a que me registren como a un ladrón en cada aeropuerto. Yo voy a vivir libre, por mucho que os joda, o, precisamente, porque os jode mucho.

Esto quería deciros. Por si algún día os da por preguntaros algo. Aunque no es fácil, porque no sé si os queda alguna neurona no infectada por el cáncer del odio. Luis María Sancho Pérez. Fráncfort (Alemania).