La piqueta y las máquinas excavadoras demolieron la semana pasada el Mas de Conill, una casa de labriegos del siglo XVIII que estaba catalogada como Bien de Relevancia Local (BRL). El municipio pierde así uno de los edificios emblemáticos, que aparece frecuentemente citado en textos literarios. "Tres cosas hay en Oropesa que no las tiene Madrid, la Farola, playa de la Concha y el Mas de Conill". Además, el escritor Enric Valor también cita el mencionado mas.

El derribo del vetusto inmueble ha generado malestar en la localidad y ha sido denunciado por el concejal del Bloc, Josep Lluís Romero, quien en su momento planteó al consistorio que conservase el mas, por los valores tanto sentimentales como patrimoniales que representa.

La demolición del Mas de Conill coincide con el anuncio del consistorio, fotos incluidas, del inicio de las obras de restauración de la torre vigia de la Cordà. Un Bien de Interés Cultural (BIC) que estaba muy degradado, con el riesgo de perder una de sus ventanas y con sus paredes llenas de grafitis, lo que propició las denuncias de los grupos políticos Bloc y Compromís, que pedían a las autoridades que frenasen el daño al monumento.

Su catalogación como Bien de Relevancia Local se apoyó en los valores etnológicos y patrimoniales que representaba. A pesar de que presentaba un importante estado de abandono, los técnicos consideraron en su momento que podría ser recuperable en su totalidad para "dejar a generaciones futuras un estilo de vida, de cuando en Orpesa la agricultura era el motor económico del municipio".

Con la demolición del edificio construido en 1814 por Bautista Martínez se va un emblema de una forma de vida. Ni el consistorio ni la Conselleria de Cultura decidieron intervenir parar poner en valor la masía, que al final cayó a golpes de piqueta pese a que durante años fue testigo de la vida social del municipio.

No en vano, el edificio, una antigua casa de labradores que disponía en sus orígenes de noria y horno moruno, estaba muy próximo a la estación de ferrocarril en la que se reunían los comerciantes de la época. También la Guardia Civil de Benicàssim y Torreblanca se encontraba con los agentes de Orpesa en este enclave en las rondas de vigilancia, de manera que la masía actuaba como un punto de reunión.

Fue durante la Guerra Civil cuando la masía vivió su momento más duro al sufrir varios saqueos en los que los ladrones se llevaron hasta los muebles. Tampoco la posguerra fue mucho más halagüeña para el edificio, pero en los 70 recuperó su esplendor gracias a una intensa reforma que varió la estructura.