Castelló culminó ayer un giro histórico de su modelo de desarrollo urbano al inaugurar el Tram que une el Grau con el centro de Castelló y la Universitat Jaume I cuatro décadas después de que el Gobierno decidiera cerrar la línea del trolebús que funcionó entre los años 1962 y 1969 para dar paso al auge de los vehículos a motor más contaminantes.

Casi medio siglo después, la ciudad reorienta su apuesta por un transporte ecológico y, además, difumina definitivamente la histórica barrera que durante años ha separado el centro de la capital de la Plana del distrito marítimo y de la zona oeste confinada al otro lado de la antigua vía del tren. El proyecto ha necesitado 10 años de puesta en marcha, 100 millones de euros de inversión y un periplo marcado por las confrontaciones políticas, la oposición vecinal a las obras, el proceso judicial del tramo del parque Ribalta y las dificultades económicas para completar la inversión derivadas de la crisis de liquidez del Consell.

A cambio de estos 10 años de incertidumbre, la Generalitat recogió ayer el fruto de estrenar una línea de transporte público que espera más de 2,5 millones de viajeros al año y que incorpora 6 vehículos con un pionero sistema tecnológico sólo implantado hasta la fecha en Londres y Roma. Fue el propio presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, quien quiso estrenar personalmente el Tram subiendo en la parada del Grau en Serrano Lloberas -acompañado del alcalde y del presidente de la diputación, Alfonso Bataller y Javier Moliner-. El rostro de Fabra disfrutaba no sin prudencia de la culminación de una de sus mayores apuestas personales como alcalde y presidente de la Generalitat, y lo hacía rodeado de un gentío que se agolpaba con expectación para no perder la ocasión de subir a los vehículos híbridos del Tram por primera vez y de forma gratuita.

Al descender frente al Casino Antiguo, el presidente hizo balance y recordó que la obra del Tram también ha permitido peatonalizar y remodelar 18 calles de la capital de la Plana y que acortará la distancia entre el Grau y la Universitat Jaume I a apenas 30 minutos (frente a la hora y media actual debido a los transbordos) con una frecuencia de paso de 15 minutos (8 entre la UJI y Ribalta).

«Sostenibilidad ambiental», «calidad de vida para los ciudadanos», «una ciudad más habitable», «un proyecto pionero con la tecnología más moderna de España y de Europa». Fueron las claves que más repitió en su discurso Alberto Fabra, que retoma así la apuesta por el transporte ecológico que en 1962 ya inició el diputado Vicente Adsuara al diseñar una red de trolebuses y adquirir cuatro flamantes Pegasos grises que sólo siete años después fueron abandonados en un almacén ante una presión política mundial para favorecer a la industria de los vehículos a motor.

43 años después, Castelló rectifica el camino en favor de un transporte sin humos, aunque esta vez con tecnología puntera del siglo XXI y con un proyecto que, según Fabra, esta vez sí ha nacido para quedarse.