Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La extinción de la saga Huguet

Gaetà, hijo, recordó en los años del exilio la vida de los «masovers de la Foia» en unas notas que tituló «Masoveries»

En el primero de los artículos de estos Rabos de pasa contamos cómo Gaetà Huguet, hijo, tuvo que salir de Castelló la víspera del infausto «día de la Liberación», en el que las tropas nacionales tomaron la ciudad. Desoyó el consejo del doctor Bellido de que se quedara en su casa de Ribalta, pues no tenía nada que temer. El médico, tras la victoria de Franco, cumplió pena de cárcel y ya no volvió a ver más a su amigo, pues falleció antes de que Huguet regresara de su exilio.

El 13 de junio de 1938, Gaetà marchó en el último tren a Valencia. Durante su estancia en la capital perdió casi todas las pertenencias con las que había salido de Castelló, a excepción de los veinte mil duros -enviados con antelación a Francia- con los que esperaba pasar los tres años que creyó que duraría su destierro.

Ante la inminente caída de Valencia, la sede del gobierno republicano, se trasladó a Alicante, todavía en manos leales. Huguet esperaba poder tomar un vuelo desde el aeródromo del Altet y así abandonar el país. Allí tuvo que esperar un tiempo de angustia, pues, hasta que quedó libre una plaza, la de un gobernador civil que acababan de destituir, el pasaje estaba completo. Tras días de gran zozobra, finalmente logró embarcar con destino a Marsella. Según contó él mismo, al llegar a la pensión de la ciudad francesa se dejó caer sobre la cama vencido por el agotamiento. A la mañana siguiente, cuando leyó la prensa del día, supo que Alicante había caído en manos de los facciosos y que el suyo había sido el último vuelo que partió del Altet.

El largo viaje

De Marsella, poco antes de que estallara la IIª Guerra Mundial, el castellonense se trasladó a París. En este clima prebélico la situación de un indocumentado era altamente insegura, pues las autoridades galas estaban alertadas de la presencia de agentes dobles al servicio del III Reich. Gaetà, con la intención de aclarar su situación, se presentó ante el procurador que, aún entendiendo su situación, mandó retenerlo durante semanas. Cuando, al fin, se le reconoció como exiliado, los alemanes estaban a punto de entrar en París. Fue entonces cuando Gaetà, subido en una bicicleta, inició su huida de los nazis, como si se tratara de un personaje más de Suite française, de Irène Némirovsky, en la que la escritora judía narra cómo los parisinos, en circunstancias similares, abandonaron la metrópolis. En su caso, el pedaleo le condujo hasta Orleans, en donde recordaba haberse dormido en un pajar y luego despertado escuchando hablar alemán. De allí escapó a Burdeos, la ciudad en la que estaba instalado el cónsul de España, el almassorí Enrique Beltrán. Éste, a pesar de haber militado en el bando contrario en la contienda civil, fue la primera persona que le habló del regreso a su tierra. No obstante, Huguet, que ya se carteaba con su sobrino Ramón María, al que había otorgado poderes para administrar su hacienda, percibía, por éste, que todavía no había llegado la hora del retorno, pues su figura aún despertaba recelos entre los vencedores.

Lo que sí que consigue del paisano diplomático fue el trámite del salvoconducto para pasar a la Francia de Vichy; de Burdeos a Montpellier. En la villa natal del rey don Jaime pasó los últimos meses de la guerra mundial para marchar después a Andorra, lugar donde fijará su residencia hasta el momento en que decide volver. En el principado retomó el contacto epistolar con el amigo Vivas, que en cada carta le transmitirá noticias de cómo iba todo por su Castelló natal.

También será en Les Escaldes donde más añorará sus días de senyoret en la Foia y la vida masovera en el Maestrat, y donde comenzó a ordenar, sin más pretensión que su publicación póstuma, unas notas en las que, lejos de cantar al país ubérrimo y huertano, dedica su mirada al interior de la subsistencia. Tras la muerte de Gaetà Huguet, en 1959, este trabajo se editó bajo el título Els valencians de secà.

Compartir el artículo

stats