Pocos saben que La Vila de Almassora no vive solo de los festejos taurinos que en ella se celebran dos veces al año. Aunque las calles del lugar donde «nació» Almassora suelen estar desiertas en una mañana de fin de semana, vale la pena recorrer apenas un kilómetro para descubrir parte de la historia del municipio. Museos para todos los gustos y joyas de la arquitectura civil esperan prácticamente en cada esquina.

La ruta se inicia en el conocido como Portal d'Almassora. La entrada a la Vila procedente de Borriana y de la playa, nos da la bienvenida recordándonos las restricciones a la venta ambulante que hace más de cincuenta años vivía la población. El óxido del cartel hace que poco a poco comencemos a viajar en el tiempo, a bucear en la primera mitad del siglo XX almazorense. Apenas hemos caminado unos cincuenta metros por el carrer Major, y debemos tomar la estrecha calle Tremedal para que nuestro viaje en el tiempo se acelere hasta llegar al XIII. Los apenas quince metros que podremos observar de la antigua Murà d'Almassora son el testimonio de un casco antiguo amurallado que desapareció prácticamente por completo con el crecimiento de la población. La Murà ya no tiene la función de aislar de posibles invasores. Hoy es el Museu del Joguet que podremos visitar si hacemos coincidir nuestra ruta con el primer o tercer sábado de cada mes.

Deshaciendo apenas cincuenta metros de nuestro paseo, de nuevo recorremos el Carrer Major, que aunque fue rebautizado como de Sant Vicent, todavía no ha podido borrar del lenguaje local esa designación. En ella nos encontraremos encaradas dos de las bellezas arquitectónicas de la Vila. A nuestra derecha, los antiguos Graneros del Obispo, hoy convertidos en el Museu Municipal d'Almassora que, nuevamente, podremos visitar los primeros y terceros sábados de cada mes para descubrir el pasado más remoto de la historia local.

Tras esta visita, el carrer Major nos vuelve a ofrecer unos de los vestigios históricos más relevantes y a la vez desconocidos de La Vila. Poco antes de llegar a la Picaora, la Casa de l'Oficialat nos recuerda un pasado religioso esplendoroso. El Obispo de Tortosa era señor feudal en Almassora, y de ahí la construcción. Desde mediados del siglo XV, mantiene todavía sus paredes exteriores casi intactas, además de los sillares que formaban parte del recinto amurallado. Tan solo la visión de la calle Corralot junto a este vetusto edificio hace que la imaginación vuele muchos, muchos años atrás.

Dejando atrás y a nuestra derecha la plaza de la Picaora, en apenas sesenta metros llegaremos a uno de los lugares más emblemáticos, y en muchas ocasiones desconocidos, de la historia arquitectónica almassorina, El Raval. En tan solo treinta metros nos encontramos con tres maravillas arquitectónicas. La Casa del Doctor Castell, de estilo modernista es la gran joya. El trabajo de madera y el enrejado de la fachada destacan en la construcción de 1905 diseñada por Francisco Tomás Traver. Cruzamos la calle y nos acercamos aún más a la figura del doctor Castell y su esposa, quienes encargaron la construcción del Teatre Serra, una reproducción de un teatro de ópera que mantiene hoy en su fachada las marquesinas de finales del siglo XIX. Y con girar la vista noventa grados, se nos abalanza la fachada del Sindicato de Sant Josep. De estilo neorrococó, nos podemos perder en las decenas de detalles decorativos en molduras, capiteles o cerámica.

Para finalizar la visita, deshacemos nuestros pasos y nos adentramos en la plaza Major situada en el mismo centro de la Vila. La combinación del antiguo Ajuntament con los arcos que cierran uno de los lados de la plaza construidos en el siglo XV vuelven a recordarnos el esplendor arquitectónico de la desconocida Vila de Almassora. Si aún nos queda tiempo, y como el recorrido no es extenso, podemos visitar el Museo Parroquial, en la misma iglesia de la Natividad.

Que la historia de «La Vila iba en serio, algunos se dieron cuenta demasiado tarde». Hoy es un buen día para pasear, observar y redescubrirla.