Un enclave que fue medio pueblo medio masía -según quiera verse- en el que ya no vive nadie. A un lado del río, Castelló, más allá Teruel: el agua marca una frontera que no solo es territorial, sino también lingüística. En el lado castellonense el barrio de les Alberedes, en el lado maño las Casas de San Juan. El sendero SLCV-133 permite ir desde Portell de Morella hasta el barrio de les Alberedes y, desde allí, cruzar el río y visitar las Casas de San Juan. Les Alberedes pertenece al término municipal de Portell, mientras que Casas de San Juan se adentra en el de Cantavieja. Valenciano en Portell, castellano en Cantavieja.

El barranco que lleva el nombre del apóstol da nombre a un enclave en el que las masías, algunas de ellas con siglos de historia, muestran lo que, hasta hace poco más de medio siglo, fue un lugar habitado. Masías al uso y torres fortificadas que siguen llamando la atención de los caminantes.

El recorrido, de unos cinco kilómetros, reproduce el trazado de la romería que cada mes de abril une Portell con les Alberedes. Sale de una cota de 968 metros y se encarama hasta una muela de 1.223. No obstante, el ascenso es suave y a partir de la mitad del trazado se inicia el descenso hacia el barranco. Si se decide volver a pie hasta Portell el camino sí que se hace algo más duro. El desnivel positivo es de 277 metros y el negativo de 399.

La primavera y el otoño son las mejores épocas para realizar el recorrido. En primavera con los verdes si las lluvias han acompañado y en otoño los contrastes de colores hacen que la ruta sea especialmente agradable. Les Alberedes aparece en «Els Pobles Valencians Abandonats» como uno de los enclaves que se fue despoblando durante el siglo XX. De hecho, hasta bien avanzada esta centuria, los niños de las masías del barranco de San Juan y de la Albereda asistían a una escuela rural en el lado turolense. Todavía hay muchos vecinos de Portell y Cantavieja que recuerdan la vida en el barranco.

Hasta aquí no llegó la electricidad y sin corriente llegó el abandono y el despoblamiento. En el barranco había agua, pero la dureza de la vida en las masías, los maquis y la represión de la Guardia Civil fueron elementos que favorecieron la despoblación de la zona.

En el camino desde Portell a les Alberedes se atraviesa la «Creu del Rollet». Se trata de un lugar que, en días claros, permite divisar Morella y buena parte de la comarca de Els Ports. En la romería de Portell a Sant Marc allí se bendicen los términos y se reparte un rollo. De ahí su popular nombre.

En el barrio de les Alberedes se erige una ermita con un achatado campanario. Junto a él crecen esbeltos y hacia el cielo los cipreses. La masía llega a formar calles, como si de un intento de pueblo se tratase, pero se quedó ahí.

Las casas, los balcones, las puertas denotan que el hombre hace años que se marchó. Los excursionistas que allí llegan reciben una buena clase de la vida rural que fue y ya no es. Junto a una de las casas yace moribundo y oxidado algún que otro vehículo. El hierro de los balcones también va perdiendo el color y se va mimetizando con la piedra y los tejados, sobre los que crece la vegetación.

El último «masovero» que trabajó en la zona la abandonó hace 25 años, según relatan Agustí Hernàndez y José Manuel Almerich en su libro sobre los pueblos abandonados.

Si la ruta se plantea como una excursión de un día, en la zona hay un agradable merendero junto al río. El sendero está marcado hasta las Casas de San Juan. Para los que no puedan caminar y quieran conocer el lugar en vehículo también es posible. Desde Portell se debe ir hacia Cinctorres. A cuatro kilómetros de Portell se toma la pista que conduce a la Cuba. Se trata de una pista asfaltada como si fuese una carretera. A cuatro kilómetros, a la izquierda, una pista hormigonada nos conducirá hasta les Alberedes.

Ni que decir tiene que la ruta es apta también para bicicleta de montaña. Son muchos los que eligen esta opción. Les Alberedes también fue en su día un plató cinematográfico. Ken Loach lo eligió para rodar algunas escenas de «Tierra y Libertad». El lugar bien merece una visita, una foto o una película.