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Lección magistral de Ponce

Corta dos orejas y otra Manzanares de un irrelevante encierro de Cuvillo, sin presencia ni fondo

Lección magistral de Ponce

La corrida estrella de la feria de la Magdalena se celebró en medio de un extraordinario ambiente en los tendidos y, siguiendo la tónica de la semana, con un clima absolutamente primaveral. Un lujo de tiempo.

Luego, el festejo ofreció un balance que se puede calificar de discreto. En él, hubo más toreros que toros. Lo que, al menos, debe invitar a la reflexión.Y es que llegaron las figuras, y bajó el elemento toro. Porque llegó ese astado que se llevan estos toreros debajo del brazo de feria en feria. Y así, los Núñez del Cuvillo compusieron un lote de astados de justa presencia, escasamente ofensivos, aunque luego se movieron por ahí para arriba y para abajo. Apenas se les picó.

El blando, acochinado y romo ejemplar que abrió plaza, resultó tan noble y manejable como claudicante, y tuvo tan poca importancia como escaso relieve.

Algún aficionado comentaba que incluso pedía la extrema unción. También pedía el viático el colorado y chico segundo. Una astado que fue muy poca cosa. Apenas recibió un refilonazo en varas. Rebrincado y suelto, quiso más que pudo y siempre estuvo claudicando y perdiendo las manos. El bizco y escobillado tercero se dejó pegar en varas. Tuvo la virtud de meter la cara y embestir con alegría y prontitud, humillando aunque algo rebrincado. El cuarto, que no tenía presencia, fue muy protestado de salida. Entró tres veces al caballo saliéndose suelto. Manso, arreó en banderillas y llegó al tercio final bravucón y soltando la cara. El quinto apenas se llevó un rasponazo en el caballo. Se salió suelto y luego se dolió en banderillas. Y en la muleta quiso pero pudo poco y también tendió a claudicar. Deslucido, soso, defendiéndose y escaso de recorrido. Y se dejó pegar en un puyazo el sexto, un toro con más cuajo aunque escasas defensas. Gazapón, quedándose corto y sin clase, no dio opciones.

Con este material, Enrique Ponce volvió a poner de manifiesto su concepción de la tauromaquia. Templado y paciente, fue metiendo poco a poco en el canasto a su primero. Cuidándole y mimándole, para que pudiera aguantar con una hálito de vida

hasta el final del trasteo. Pero la cosa se quedó en un mero esteticismo ayuno de emoción.

La extraordinaria capacidad del de Chiva luce muchísimo más con una astado de más exigencia. Como sucedió ante el cuarto, ante el que el valenciano dio todo un curso de técnica, lucidez y privilegiada cabeza. Lo embebió en el engaño con apenas cinco muletazos. Domesticó su incierto cabeceo, y luego firmó una faena admirable por su técnica, por su colocación, por su forma de enganchar y someter las embestidas del astado. El trasteo tuvo un epílogo genuflexo y fue coronado por una estocada. Una obra maestra de técnica, de poderío , de ciencia y suficiencia.

Sebastián Castella sorteó un irrelevante segundo, al que aplicó la receta de la cercanía de terrenos, en un trabajo que no tuvo el mayor eco. Y comenzó el trasteo al quinto con sus habituales pases cambiados en el platillo de la plaza. Luego acortó los terrenos y se metió entre los pitones tratando de obligar a su antagonista, a base de encimismo, pero aquello no terminó de coger vuelo.

Y en cuanto Manzanares, quien este año ya se ha dejado de lado el vestido negro y azabache que lució a lo largo de toda la temporada pasada, volvió a poner de manifiesto esa extraordinaria y rutilante puesta en escena que tiene. Lanceó con gusto al tercero con el capote , frente al que firmó una faena vistosa, que fue tomando cuerpo a partir de su mitad. Una labor con muletazos de excelente factura en la que no llegó tampoco a redondear. Y no tuvo demasiadas opciones con el deslucido sexto, frente al que sin embargo no dudó en ponerse en plan destajista y stajanovista.

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