Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las monjas plantan cara al Hospital Provincial

Las monjas plantan cara al Hospital Provincial

Las cinco monjas residentes en el Hospital Provincial no están dispuestas a marcharse sin presentar batalla. La Diócesis de Segorbe-Castelló remitió ayer a los medios de comunicación una entrevista con la superiora provincial de las religiosas de Nuestra Señora de la Consolación, Soledad Obregón, en la que defiende la continuidad de las hermanas en el centro hospitalario tras salir a la luz que la dirección pretende reubicarlas. «No tienen horario ni vacaciones: son monjas las 24 horas del día los 365 días del año y este es el tiempo que están disponibles en el hospital», esgrime como argumento, pese a que sólo una de las cinco religiosas trabaja en el centro.

La superiora recuerda que la orden lleva asentada allí desde el 23 de agosto de 1859 y que su fundadora, Santa María Rosa Molás, «trabajó mucho para que el hospital tuviera unas condiciones dignas». Subraya Obregón que hay un cuadro en la sala de juntas del hospital en el que se puede observar una imagen de la beata con el edificio representado en su vientre. Para ellas, el hospital es «muy importante» porque «nació» de su fundadora y, por si quedaba alguna duda, deja clara que la función de las monjas en el centro es eminentemente religiosa: «Llegamos aquí, no para cubrir necesidades laborales, sino para enriquecer con nuestra presencia humanizadora y evangelizadora la labor del hospital».

Es más, sobre la función que desempeñan las hermanas en el hospital, la superiora señala que «lo importante no es lo que hacemos, sino lo que somos para ellos: ese instrumento de misericordia y consolación». Obregón enumera en la entrevista las distintas labores de las cinco religiosas, de las que señala que «todas están en activo, aunque solo una con contrato laboral, por motivos ajenos» a su voluntad. La única empleada en el hospital es una enfermera que presta servicio en el centro de oncología. Las demás se dedican a distintas actividades voluntarias: una se encarga de la capilla -«posibilita un espacio de consuelo», dice la superiora-; otra se dedica a atender a enfermos mentales ofreciéndoles talleres como la realización de un belén viviente en Navidad; hay otra monja que visita a los enfermos, y la última se encarga de coordinar el voluntariado formado por familiares de pacientes. Hasta ahora, asegura la superiora, siempre han sentido «que la labor en el hospital ha sido reconocida tanto por la dirección y los trabajadores, como por los enfermos y familiares.

Tras repasar sus méritos, Obregón hace un alegato por la continuidad de las monjas en el hospital. Asegura que vivir allí hace que su «presencia sea más intensa, cercana e incondicional. Para las hermanas no hay horarios. En cualquier momento que haya necesidad se hacen presentes, de día o de noche». En este sentido, recuerda que han ido ocupando diferentes lugares en función de las necesidades de los enfermos y de la organización del hospital y quieren que ese siga siendo el «criterio». «Desde el comienzo, nuestra madre fundadora pidió para las hermanas un lugar sencillo pero decoroso». Ese lugar «sencillo» que ocupan en la actulidad es un pabellón de 800 metros cuadrados con un jardín, donde la dirección del centro proyecta la ampliación del servicio de urgencias.

«Si hoy las necesidades del hospital son diferentes a las de hace unos años, estamos abiertas y disponibles a que nuestra ubicación esté en otro lugar, siempre que reúna las condiciones necesarias para que las hermanas puedan vivir con dignidad su vocación y su misión», concluye la superiora. De momento, el hospital y las monjas siguen negociando la reubicación, aunque no está claro si será dentro o fuera del centro. Pese a lo anacrónico de su presencia en un hospital público, ellas se resisten a marcharse.

Compartir el artículo

stats