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La Vilavella declara hijos predilectos a los médicos Don Mateo y Doña Amparo

El matrimonio, que llegó al municipio en 1968, trabajó por el bienestar de los vecinos durante 40 años

La Vilavella declara hijos predilectos a los médicos Don Mateo y Doña Amparo

Hablar de Don Mateo en la Vilavella es un excelente tema de conversación, de él y de su mujer, Doña Amparo. Solo hace falta cruzarse con cualquier vecino, preguntarle y comprobar de inmediato que hay personas que dejan huella, más si cabe si durante 40 años han formado parte de la vida familiar, porque desde el 22 de enero de 1968, cuando Mateo Pérez y su mujer se trasladaron al municipio, el día de los Lluïsos en plenas fiestas patronales, para ocupar el puesto de médico titular, por oposición restringida, entró en las casas de todos y cada uno de sus vecinos para no salir, de ahí que el ayuntamiento decidiera nombrarles a ambos hijos predilectos de La Vilavella.

Desde el primer momento se sintieron muy bien acogidos y ese recuerdo perdura en la actualidad, así como el hecho de que por aquel entonces, ser médico de familia suponía una entrega al ejercicio profesional de 24 horas al día y 365 días al año. Don Mateo recuerda cómo podían llamar a cualquier hora del día y por cualquier motivo para requerir sus servicios, y la vocación le hacía coger sus bártulos para atender al enfermo y tranquilizar a la familia. De sus años de práctica hecha de menos la atención directa con el paciente, aunque no hacerlo a horas intempestivas.

Don Mateo ejerció de médico titular en La Vilavella hasta 2003, cuando se jubiló con 70 años y durante este tiempo guardó en su mente el historial de todos y cada uno de ellos. No necesitaba fichas con nombres, ni hablar de un ordenador, solo precisaba que el vecino en cuestión entrara por la puerta para repasar mentalmente sus antecedentes. Y todavía hoy recuerda circunstancias y debilidades de unos y de otros.

En 40 años se atesoran muchos recuerdos, tanto buenos, como malos. Entre las múltiples anécdotas está el comprobar cómo los niños jugaban a las chapas con unas pastillas de vitamina C que había recetado a sus familias para reforzar sus defensas, o cómo algunos vecinos acudían pidiendo una receta de un jabón desinfectante, que en principio se utilizaba para los más pequeños, pero que algunos destinaban a limpiar el coche. Entre los malos recuerdos está la muerte, que tuvo que presenciar en varias ocasiones como consecuencia de cogidas de toros. Don Mateo hacía las guardias taurinas, aunque su tranquilidad dependía de un par de rodadores muy conocidos en la comarca, «si ellos estaban, yo sabía que no iba a pasar nada».

Don Mateo y Doña Amparo igual asistían a un parto, que sacaban insectos del oído de los corredores que compraban a ojo la naranja. El que todavía es considerado como «el metge de La Vilavella» explica que era muy habitual que estos hombres acudieran a su consulta con fuertes dolores en el oído, profiriendo maldiciones o exclamando cosas como «jo me muic», o «jo me mate» como consecuencia de tener un insecto en el canal auditivo. El tratamiento siempre era el mismo: una gota de vinagre. Cuando le preguntaban por qué utilizaba vinagre, contestaba? «Porque si le doy vino igual le gusta y se queda».

Sobre todo la gente más mayor vivía tranquila si sabían que Don Mateo estaba en casa. Cuando, las guardias en otros municipios le llevaban a trasladarse ocasionalmente, había quien preguntaba: «i què farem hui que no està Don Mateo».

Ahora han sido reconocidos por todo su trabajo.

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