En el mejor de los casos y hasta el verano, nos quedan diez partidos de aguantarnos. La mayoría piensa que el Castellón no va a subir y frente a eso qué decir, pues nada, ellos sabrán. Los avala la estadística, eso está claro, y en el fútbol como en todo cada uno se monta la película a su manera. Tengo algún amigo que en la pasada promoción, cuando el árbitro pitó el penalti a favor del Linares en el último minuto, se levantó y se marchó de Castalia sin esperar al lanzamiento. Yo soy de los otros, sin que eso signifique una virtud o un defecto, simplemente soy de los otros. Cuando el árbitro pitó me acordé del Watford-Leicester de 2013. Era el último suspiro del descuento, el portero del Watford paró el penalti, tapó el rechace a quemarropa y se montó un ataque corajudo e inverosímil que terminó en gol decisivo en la portería contraria.
El Watford pasó la eliminatoria, pero el Linares marcó.
Cada hincha, también el del Castellón, debería tener en la vida un momento así, su gol de Coro, su gol de Deeney, su gol de Nayim. Uno que ver en Youtube en los días malos, uno que repasar feliz en la cama antes de cerrar los ojos y dormir. Y al final, esa esperanza, ese deseo similar a la fe es lo único, pase el tiempo que pase, que sigue igual en mí.
Diez partidos.
