Tras la vorágine de ser proclamado el mejor cocinero del año, Raúl Resino pisa tierra y aunque ayer reconocía en el salón de plenos de Benicarló durante la recepción institucional que «aún no lo he asimilado», también afirmaba que su mejor baza es «ser yo mismo» y ofrecer una cocina «sin disfraces», de sabores puros. Esta característica del cocinero madrileño asentado en Benicarló junto a la gran preparación con la que se presentó al concurso ofreciendo «tres platos de ocho», fueron lo que seguramente conquistó al jurado. Un jurado exigente en un certamen en el que todo, hasta el más mínimo detalle, estaba contemplado y puntuaba. Desde la preparación hasta el nombre de los platos y los detalles técnicos, que quedaban sumados a la calidad de las propuestas gastronómicas.

La recepción de ayer en Benicarló fue un acto que presidió la alcaldesa de Benicarló, Xaro Miralles, y al que asistieron representantes de todos los partidos. Miralles le hizo entrega de una placa y trasladó la gran satisfacción porque el nombre de Benicarló estuviera unido a tanta excelencia gastronómica y que Resino haya promocionado ese nivel desde la localidad. Miralles destacó la cocina de Resino, quien utiliza productos locales y de proximidad para elaborar sus platos y convertirlos en delicatessen.

Durante su intervención Resino realizó un repaso por su primer aprendizaje al calor de los fogones de las barcas marineras en las que siempre había un marinero preparando el «rancho» y sus paseos por el puerto de la localidad durante sus vacaciones escolares, donde aprendió a distinguir desde bien pequeño la calidad del pescado. Posteriormente la cocina se convirtió en «una obsesión» en la que «lo importante era aprender». El mejor cocinero del año ha trabajado en algunos de los mejores restaurantes de medio mundo y ha viajado por el otro medio, como explicó ayer.

Un premio de toda la provincia

Durante el concurso pensó que se enfrentaba a grandes «competidores», muchos de ellos amigos que presentaron notables propuestas. Ahora, tras el premio que «ha ganado toda la provincia», como señalaba, «seguimos siendo los mismos». Resino afirmó, además, que el restaurante se abre a la comarca y a la provincia, y reivindica el producto agrícola de Benicarló, «y no solo la alcachofa. Tenemos muchos y buenos productos», añadía apostando por seguir evolucionando.

El premio también ha servido para promocionar la localidad, ya que viene mucha gente de fuera para comer en el restaurante que posteriormente pernoctan, o preguntan por otro restaurante para poder comer, o dónde pueden adquirir productos. «Nuestra estrella Michelín es que la gente se vaya contenta», contestó Resino a la pregunta de para cuándo ese preciado reconocimiento universal. Aunque reconocía que le gustaría ganarla, para él que la gente se vaya contenta de su restaurante ya es un gran premio.

Respecto a su cocina, él mismo precisó que en las escuelas se aprende, pero que «la realidad luego es otra». De todos modos, la magia con los fogones es «algo con lo que se nace». Para el cocinero, lo más importante en gastronomía es, «tener una identidad propia».

«Yo no soy un Picasso, mi cocina es limpia, natural», explicaba. Finalmente, Resino trasladó que estaba algo «saturado, pero ya lo estaba antes del concurso». Una profesión sacrificada pero adictiva, «soy un enfermo de esto».