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El reto diario de salvar las barreras de la ciudad

El colectivo pide que las licencias de obras hagan cumplir la normativa de accesibilidad

La presidenta de la asociación de vecinos Trinidad Centro, Luisa Zafra, cruza la ronda Mijares sorteando el tráfico. carme ripollés

Como su propio apellido indica, Castelló es una ciudad llana, sin pendientes acusadas, que invita a desplazarse a pie o en bicicleta aprovechando también la bondad de su clima y las distancias cortas. Y, sin embargo, es un campo de minas para las personas con diversidad funcional, que cada día se enfrentan al reto de sortear las numerosas barreras arquitectónicas y urbanísticas que todavía perviven, pese a los avances de los últimos años.

La presidenta de la asociación de vecinos Trinidad Centro, Luisa Zafra, es una activista de la movilidad universal. Denuncia que edificios públicos de la ciudad, calles y comercios sigan sin estar adaptados para las personas con algún tipo de discapacidad. Un paseo con ella por el centro de la ciudad confirma las dificultades que se encuentran para desarrollar una vida plenamente autónoma.

«Sigue sin haber una actitud seria respecto al tema porque las autoridades no hacen cumplir la normativa sobre accesibilidad», se queja Luisa Zafra, quien lamenta que las licencias de obras que se conceden no estén supeditadas al cumplimiento de las condiciones que marca la ley. La dirigente vecinal considera sangrante el caso de los edificios públicos, muchos de los cuales no son plenamente accesibles. Recuerda el reciente caso del ascensor del ayuntamiento, que se sustituyó para adaptarlo a los discapacitados y luego resultó que los botones no estaban al alcance de personas con silla de ruedas. O el palacio de la diputación, que no está acondicionado en algunas de sus dependencias. Como tampoco lo están la Casa de Cultura o el Teatro Principal, cuyos palcos son inaccesibles. Luisa Zafra también pone el ejemplo del Casino Antiguo, «que no tiene ascensor, por lo que cuando voy tengo que atravesar la cocina para utilizar el montacargas de los camareros».

Muchos negocios también suspenden en materia de accesibilidad y carecen de las preceptivas rampas. A ello se une la ocupación de las aceras que realizan muchos establecimientos para exponer sus productos, dificultando el tránsito. Lo atestigua Joaquín Celades, invidente, que se queja de los obstáculos que tiene que sortear en sus desplazamientos diarios. «Muchas tiendas sacan el género a la calle. Además, en las aceras colocan maceteros y árboles y hay que ir con cuidado para no tropezar», señala. Joaquín censura también de la falta de sensibilidad de muchos vecinos que aparcan coches y motos encima de las aceras, cortando el paso.

En Castelló sigue habiendo numerosos semáforos sin la preceptiva sonorización acústica para invidentes. Joaquín recalca también de la existencia de cruces semafóricos en los que los peatones apenas tienen tiempo para atravesar la calle. «Por ejemplo, yo no me atrevo cruzar solo la avenida Barcelona, porque los semáforos cambian muy rápido de color», apostilla.

Muchas calles siguen sin estar adaptadas y carecen de las preceptivas rampas. «Se colocan cuando se remodelan las calles, cuando deberían estar ya en toda la ciudad», proclama Luisa Zafra, quien rechaza la fórmula de los itinerarios accesibles. «No queremos caminos. No somos cabras, sino personas. Lo que reivindicamos es una ciudad totalmente adaptada a la diversidad funcional», sentencia.

Tampoco son accesibles los contenedores convencionales. «A mí no me queda otra que dejar la bolsa de basura junto al contenedor porque no alcanzo a levantar la tapa», lamenta. Mientras realiza este comentario, pasa el tren turístico de Castelló, «al que no puedo subir porque no está adaptado». «Parece una tontería, pero es un símbolo de la falta de rigor en materia de accesibilidad. No hay que olvidar que ese tren también lo pago yo a través de los impuestos y, sin embargo, no puedo disfrutar de él como un ciudadano más».

Luisa Zafra rechaza una concepción paternalista de la discapacidad y aboga por una plena integración, que incluye la supresión de las barreras urbanísticas y arquitectónicas. «Sólo pedimos tener los mismos derechos que el resto de ciudadanos y que no se nos niegue el derecho fundamental de ser persona».

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