Uno de los grandes atractivos de Castelló es el amplio cordón de campos de naranjos que bordea la ciudad. Se trata de una barrera natural que aisla la capital de La Plana y que impregna el ambiente de color y de olor a azahar en cualquier fecha del año. A este ramal le acompaña una amplia red de caminos rurales, de entre los que destaca el Caminàs, una vía que paralela a la costa atraviesa Castelló de norte a sur, y que se remonta a la época de la dominación romana.
Fue durante la Edad Media cuando aparecieron en esta amplia red de caminos alquerías y varias ermitas, más o menos próximas, a las que los agricultores recurrían para solicitar protección. El atractivo de estas construcciones recae en el hecho de que, contrariamente a lo que sucede en la mayor parte de las ermitas rurales de esta época, que suelen ser sencillas y humildes, los templos del Caminàs, en la mayor parte de los casos ocultos entre huertos, presentan una ornamentación rica y una curiosa arquitectura.
Una de las zonas más atractivas del Caminàs es la que se localiza en la partida de Censal, al borde del Camí Vell de la Mar, en dirección al Grau, donde está localizada la ermita de Sant Isidre y Sant Pere. Rodeada de huertos de naranjos, esta ermita, que data de 1644, y su entorno más próximo son uno de los grandes tesoros ocultos que guarda Castelló. Un paraje único, en plena naturaleza y a poca distancia del centro de la ciudad que desde hace un par de décadas se ha convertido en el barrio rojo de la capital de La Plana.
Decenas de chicas jóvenes, de distintas nacionalidades, ofrecen servicios sexuales en el Caminàs, en el cruce con el Camino Villamargo, un espacio alejado de las miradas indiscretas de los vecinos, pero facilmente accesible para los clientes.
Las fincas privadas de este camino suelen ser los lugares donde en la mayor parte de los casos se ofrecen los servicios sexuales. Un entorno natural y único ahora convertido en espacio intransitable.
