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Pereza

Broncas varias, juicios distintos, limpieza de vestuario, líos de apuestas, derrotas humillantes, altas y bajas, cambio de entrenador, problemas de impagos, victorias gélidas, remontadas inverosímiles, tropiezos inesperados, apariciones salvadoras, días en la oficina, rachas ganadoras, fiestas de disfraces, colas en Castalia, suplencias inexplicables, teorías conspirativas, músculos en la grada, gritos de barraquero, sufrimientos extremos, asientos vacíos, resacas afónicas, momentos de euforia, supersticiones repetidas, madrugones dominicales, lesiones dolorosas, viajes tediosos, errores arbitrales, goles en el descuento, paradas milagrosas y abundancia de sueños.

[Sol, frío, nubes, lluvia y humedad] [Tren, avión, ferry, coche y autobús] [Césped, hierba, barro, cal y caucho]

Todo eso y más tuvo que pasar el Castellón hasta llegar al penalti de Antonio. Solo de pensar en lo que nos espera, solo de pensar en volver a empezar, muero de pereza.

Espero que el equipo no. Espero que conserve el deseo, porque va a necesitar esa fuerza. Al Castellón le está pasando lo peor que le puede pasar a un equipo de fútbol. Cuando merece perder, pierde; cuando no merece perder, también pierde. Cuando algo puede salir mal, sale mal. Cuando necesita fiabilidad en las áreas, se queda sin su portero titular y sin su mejor delantero. Cuando intenta explicarse, todo suena a excusa. Una dinámica de esas, en fin, que alimenta las dudas y conviene parar a tiempo. Aquí ya hemos visto de todo: el equipo de Fernández Cuesta que tardó seis jornadas en ganar y llegó a la última con opción de ser campeón; o el de Jorge Peris, que se escurrió por un terraplén en una espiral similar. En las próximas curvas, Frank Castelló se decanta.

Pero no olvidemos, conviene mantener un mínimo de perspectiva, por muy goloso que se aviste el linchamiento. Hoy se pide un delantero como Bielsa como ayer pedíamos uno como Fonte. Ahora resulta que Fonte no vale. Hoy se pide a los del Almazora como antes pedíamos a los del Borriol. Hace justo un año del 4-0 en El Palmar. Víctor Pino era Sergio Agüero y Rubén Suárez se creía intocable: montó uno de los numeritos que coronaron su despido. El Castellón, sin él, iba a bajar a Preferente, pero luego se quedó a un penalti del ascenso. El Borriol era una máquina: evitó el descenso en el último minuto.

El fútbol, el puto fútbol.

Jugar bonito es una cosa y jugar bien es otra. En todo caso, jugar feo tampoco garantiza el éxito [al año de Ramón Moya me remito]. En el debate sobre el estilo caemos una y otra vez en la trampa. El cómo jamás es un fin en sí mismo, sino un medio hacia la victoria. Decir que se quiere ganar, obvio, en realidad es decir nada.

Pereza.

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