Es de lo más habitual comenzar a experimentar temores sobre el momento del parto cuando faltan pocos meses o días para el gran acontecimiento, independientemente de si se es primeriza o no.

Cuando ya se tiene experiencia en partos, se suele estar demasiado pendiente de los signos del parto que se experimentaron con anterioridad, pero se siente inseguridad por si la situación difiere de lo que ya se conoce.

Cuando se trata del primer parto, se le añade la incertidumbre por el dolor y la propia capacidad de aguante de este, por el pudor, por el proceso en sí, por el saber si actuaremos correctamente, por las posibles complicaciones que puedan surgir, por la salud del bebé, incluso por si vamos a reconocer y querer a la criatura a simple vista. Son muchas las variables que entran en juego cuando se está pariendo y se nos prepara para una experiencia «perfecta», pero es tan impredecible que no se podrían comparar dos partos entre sí.

Todos estos temores provocan una ansiedad y un nivel de estrés adaptativo que nos hace sensibles al inicio del parto y a posibles complicaciones, ayudándonos a tenerlo todo preparado con anterioridad. Cuando ese miedo se torna patológico, persistente, irracional y desproporcionado es cuando podemos hablar de «tocofobia». Entre el 2-3 % de las mujeres lo padecen, y es común que lo sufran mujeres con alteraciones psicológicas previas.

Estos últimos momentos del embarazo son los más pesados, tanto física como emocionalmente, y resulta bastante beneficioso el hablar de nuestros temores y compartirlos con los que tenemos más cerca. Cuando estas dudas y preocupaciones se convierten en un agente estresante problemático que influye en varios aspectos de nuestra vida, es aconsejable acudir a un profesional que nos ayude a gestionar estas emociones.

La psicología perinatal está en auge y, aunque parece que cuesta entender que ir al psicólogo no es sinónimo de estar loco, es fundamental el cuidar nuestras emociones para aprender formas más adaptativas de afrontar las dificultades.