El hincha albinegro, en cuanto hincha, celebra los goles de su equipo con una felicidad instintiva y plena; pero el hincha albinegro, en cuanto albinegro y cuando toma conciencia de sí mismo, abrocha el festejo con un cántico que atruena en Castalia: «Cruz, dimisión». La paradoja simboliza la realidad del orellut: su felicidad nunca puede ser plena, no mientras el presidente se aferre al cargo poniendo al club en riesgo de muerte. Ayer en Castalia, en el claro 4-1 del Castellón sobre el colista Segorbe, se normalizó la protesta como una forma de celebración, y viceversa. Con el doblete de Yagüe, con el gol de Esaú y con el último de Abraham, la afición aplaudió al campo y abroncó al palco, subrayando que hay heridas que no van a cicatrizar con resultados.

Anoche, ni trampa ni trampo. El Castellón sumó tres puntos: acumula 20 partidos sin derrota y regresa a la tercera plaza. El Segorbe jugó por el honor, y no se puede decir que no lo intentara. Suyos fueron el primer remate [un cabezazo manso del ariete Sopeña] y el primer córner [un regalo de Ivars sin consecuencias], pero se deshilachó con extrema debilidad en cuanto el Castellón dio un paso adelante. Nadie le puso más empeño en filas albinegras que Albert Yagüe y, de alguna manera, el fútbol terminó devolviendo premios a su esfuerzo.

Porque Yagüe estuvo en todas, mientras hubo partido, es decir, poco más de media hora. Buscando el remate a centro de Esaú, en la primera aproximación del minuto 8; marcando el 1-0 al cabecear picado y con suspense una pelota templada por Abraham, en el 12; prolongando un balón aéreo que Zarzo voleó alto, en el 22; probando fortuna desde lejos en el 25 y provocando una falta lateral que botó Ivars a la testa de Esaú, que pifió el remate a quemarropa en el 32. En un Castellón que danzó con aire despistado durante gran fase del envite, bastó con ponerle interés para destacar. Eso le ocurrió a Yagüe, el único despierto en el 35, cuando Chema bombeó la bola de vuelta al área y la defensa del Segorbe cantó con estrépito. Solo, el catalán firmó el 2-0 y abotonó el duelo.

El Segorbe transitó por el partido con una candidez enternecedora. Encima, cuando se acercó al tanto en la primera mitad se encontró a Zagalá, que evitó un autogol de Esaú en torno al cuarto de hora, en una falta enroscada por el capitán Riki. El otro con brazalete, Guille Vázquez, se cruzó al límite para tapar el remate franco de Sopeña, demasiado lento con el gatillo. Se presentó el Segorbe en Castalia con 12 derrotas en 12 partidos como visitante, 2 goles a favor y 30 en contra. En Castalia demostró por qué, bienintencionado, pero flojo en ambas áreas.

Sentencia

El Castellón finiquitó el partido en los minutos finales del primer acto, con dos goles que abundaron en la endeblez defensiva visitante. En el 3-0 movió bien la pelota, de lado a lado, y Álex López lanzó una rosca preciosa que Esaú clavó en la red con un académico testarazo. El 4-0 fue más simple. Abraham corrió y corrió, unos 40 metros, hasta rebanar el pasillo interior y estampar en la red el tiro cruzado.

Aún antes del descanso se levantó un lateral de la red de la portería, y salió Salva Claramonte del banquillo. Cuando el árbitro estaba a punto de formar un comité de expertos para solucionar el problema, el preparador físico actuó con eficacia y diligencia, y arregló el desperfecto. El segundo tiempo fue una pachanga tal que lamentamos no haber disfrutado más ese momento.

El segundo tiempo sobró. Hubo cambios, pases, carreras, tiros, regates y centros, pero no hubo fútbol. En el minuto 82, Sopeña acribilló a Zagalá para marcar el 4-1. Castalia aplaudió: alguno debió despertarse del susto.