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Opinión | Las cuarenta

de psiquiatras

David Cruz nunca hubiera superado la más elemental prueba para demostrar su capacidad económica, como lo atestiguan sus impagos a empleados, proveedores y hasta para con el propietario de sus acciones

David Cruz nunca hubiera superado la más elemental prueba para demostrar su capacidad económica, como lo atestiguan sus impagos a empleados, proveedores y hasta para con el propietario de sus acciones, en un fatal bucle de insondables consecuencias; pero tampoco le avala un proyecto que, cuatro años después, se resume, así a vuela pluma, en el desgobierno en que ha sumido a la entidad, los fichajes a pachas con Ramon Moya, el (no) mantenimiento de Castalia, el abandono del fútbol base, o que vayamos para siete partidos sin entrenador federativamente reconocido, en una vergonzosa sinrazón que ni merece ni esperaba Manu Calleja. A lo que se une ahora la demanda judicial por administración desleal.

El lunes coronó tanto dislate en un triste despropósito que no parece una cuestión menor para el análisis. Esto es la amenaza que le realizó con la cara desencajada al concejal de deportes, Enric Porcar. El presidente más funesto en 95 años de historia está dispuesto a demandar al ayuntamiento, a la alcaldesa y a todo quisque. Injustificable desde el punto de vista legal, barrunto si su único objetivo pasa por atascar la Ciudad de la Justicia y evitar con ello que prosperen el resto de causas abiertas contra él.

Cruz está de los nervios y la pagó el regidor. Para una vez que Bruixola y sus padrinos aceptan sus condiciones en la negociación por sus acciones, y no se van corriendo a contarlo antes de tiempo, va y se nos echa atrás. No es que no quiera vender, es que no puede. La oferta, lo que pidió pensando que era inasumible, sigue estando lejos del millón de euros que tendrá que apoquinar a Osuna allá cuando el juez dicte sentencia. Eso sin olvidar que con la venta asume el riesgo de que le receten la misma medicina que él aplicó en conciencia, digo la de la auditoría. Y ahí ya no le salen las cuentas y aflora el Hyde que tanto asusta.

Ese es el personaje que se engallitó con Porcar, el mismo que lo hizo antes con Frank Castelló, con Arturo, con Marenyà, con no pocos periodistas, con la afición y tutti quanti. Ese es el presidente que anuncia sin rubor que está dispuesto a liquidar la sociedad. No diré yo que Cruz merezca tratamiento psiquiátrico, pero considero que hay motivos de sobra para la intervención judicial.

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